O parecen haber muchas dudas de que habrá convocatoria electoral en julio en Euskadi y en Galicia. Tampoco existe duda de que, si la evolución de la pandemia no sigue las pautas deseadas, se volverán a suspender. Esas pautas prevén que la desescalada termine en la segunda quincena de junio, lo que haría difícil de explicar no aprovecharlo y asumir el riesgo de un repunte a vuelta de verano. La decisión tendrá que ser un ejercicio de responsabilidad unilateral del lehendakari puesto que la dejación de la ajena hace imposible el consenso con la oposición. El PP admite que la mejor fecha es julio y será consecuente en Galicia, pero sigue perdido en la irrelevancia y, cuanto más tarde se retrate, mejor. Elkarrekin Podemos sigue la digestión de su ruptura interna, de consolidar a una candidata reducida a portavoz del medio Gobierno Iglesias. Y EH Bildu sabe que no va a ganar estas elecciones y su única expectativa es meter en casa al votante del PNV a base de recetarle miedo. Pero, si no hay un deterioro de la situación sanitaria, votaremos en julio por pura sanidad mental. A lo mejor, pasado el trago, desaparecen los apóstoles del apocalipsis y se puede hacer política para la gente. La que elegirá si quiere que sea Urkullu, Iriarte, Iturgaiz, Mendia o Gorrotxategi quien lidere el país para sacarlo del brete. ¡Ahí va! A ver si va a ser por algo de eso...