ALGUNO habrá que recuerde el filme de Fred Astaire y Leslie Caron Papá piernas largas. Seguramente, alguno menos sabrá que está libremente inspirado en una novela del mismo título escrita a principios del siglo pasado por Jean Webster. En la historia original, un benefactor desinteresado costea la educación de una joven huérfana a cambio de que esta le escriba cartas que él nunca responderá. Por alguna asociación de ideas esta semana el asunto de Albert Rivera y Emmanuel Macron me lo ha recordado. El líder de Ciudadanos cuenta con el presidente francés como benefactor y valedor ante la comunidad política europea como garantía de su pensamiento liberaldemócrata homologable en téminos de compromiso con los principios del europeísmo y las libertades individuales y colectivas. Pero lleva tanto tiempo Rivera flirteando con la extrema derecha que no han sido pocas las voces que han cuestionado ese compromiso. Hasta el punto de que hay quien piensa que Ciudadanos es un proyecto marxista por el lado de Groucho y su célebre frase “estos son mis principios y si no les gustan tengo otros”. El caso es que la ruptura con Manuel Valls y el modo en que ha despotricado este contra Rivera, han obligado al de Ciudadanos a buscar el amparo de papá piernas largas y afirmar en Bruselas que Macron le ha felicitado por sus acuerdos -sí, con el PP por activa y con Vox por pasiva-. En horas, por no decir minutos, llegó el desmentido del Palacio del Elíseo, que ni había pedido recibir esa carta ni está dispuesto a dejarla sin respuesta. Decía mi abuela que la mentira tiene las piernas cortas y no llega lejos. Se ve que Albert también.