Muchas veces le doy vueltas, como tanta gente, a qué hubiera sido de mí si en determinados momentos hubiera tomado una decisión u otra, y no cuando de pequeño me agobié una tarde por si con la peseta que tenía compraba un chupa-chups de nata-fresa o de limón, no, me refiero a decisiones trascendentales como la de hacer una carrera u otra porque no teniéndolo claro, en pocos días tenía que decidirlo.
No es algo que me torture, pero los días que no tengo otra cosa que pensar vuelve a mis neuronas aquella decisión y lo que supuso de una concreta carrera profesional, conocer a la chica que estudiaba conmigo y con la que luego formamos una familia con dos hijos que son los que son y no otros o lograr un trabajo concreto en una ciudad concreta, lo que ha supuesto tener unos amigos y no otros en otra ciudad, y así tantas cosas.
Viene esta reflexión al hilo de un debate de hace días alrededor de huevos, chorizo y vino con un grupo de amigos, además de buena gente. Aparte de otra cantidad de cosas que pudimos hablar mientras degustábamos las viandas, surgió la pregunta de qué sería la política a día de hoy si el PNV en el año 2018, pasado mañana hará 7 años, no hubiera apoyado la moción de censura contra D. Rajoy y el ascenso a la presidencia del español gobierno de D. Sánchez.
Hubo opiniones para todos los gustos, empezando por quienes pensaban que se hizo bien porque, aunque encauzadas con el PP las negociaciones tras aprobar los presupuestos, fueron condenados por corrupción y merecía, en aquella situación, dar opción a los socialistas para gobernar España e intentar una renovada negociación para obtener réditos por aquel apoyo. Tras un breve debate, se produjo un cierto acuerdo en que, aunque se empezó bien, el recorrido posterior ha sido cansino y lento con un PSOE que paralizó la agenda vasca y que viene negociando cada materia como quien no lo quiere hacer, habiendo pasado ya ¡¡47 años!! del Estatuto.
Otros comentaron que no tenían claro que aquella decisión fuera la correcta en tanto el ascenso al poder de D. Sánchez conllevó en un tiempo el de Podemos, lo que a su vez supuso que EH- Bildu tuviera un acceso directo a las esferas del gobierno español, apareciendo como un colaborador silencioso de todas sus decisiones sin importarles siquiera aprobar leyes que recortaban el Estatuto y las competencias de Euskadi. Darle el poder a D. Sánchez fue terminar por darle a Bildu un ascensor a la cercanía del poder para aparecer como un dócil colaborador de sus políticas, como si todas ellas fueran de la sensibilidad defendida por la muchachada bildustaní, cuando realmente pasaron de un marxismo ortodoxo, aunque dudo que ellos supieran lo que aquello era, a una socialdemocracia edulcorada bien adornada de avances en políticas de igualdad y algunas otras de carácter mediático.
Quienes esta tesis defendían argumentaron que esa colaboración de Bildu con el PSOE y Podemos permitió que la gente obviara el quiebro en su pensamiento y la ruptura de sus cinturas por adoptar políticas cooperativas con un partido socialista al que hace solo dos años querían liquidar por españolistazo, lo que indefectiblemente les ha ido llevando a llegar a una capa social más amplia y les ha permitido alcanzar mayores cotas electorales. Y alguien añadió que, en el fondo, se han ido acercando al PNV, al que siempre odiaron pero siempre envidiaron, y hoy la gente los ve como el PNV pero con más juvenil vestimenta. Se han ido convirtiendo en un PNV de presencia más actualizada, por lo que, al menos, deberían pagar derechos de autor.
La discusión no fue a mayores y nos dedicamos a finalizar aquellas viandas hasta coger el coche para volver a casa. En el viaje de vuelta rememoré aquel interesante debate y llegué a una conclusión, ante aquella situación de 2018 en que el PP fue rotundamente condenado por corrupción no había tiempo de pensar mucho qué ocurriría si se votaba una cosa o la otra porque era obligada una reflexión de orden superior que se debía anteponer a cualquier otra de oportunidad política o de ventajas de gobernar con uno o con otro, y que era la de no gobernar con un partido lleno de corruptos desde la punta hasta la base.
Y es que una cosa es tener dudas para elegir una carrera con la incertidumbre de un futuro en que el azar dispondrá un tipo de vida, una pareja, unos hijos, un trabajo o unos amigos u otros, y otra es, aunque el futuro se te ofrezca incierto, no objetar ni una duda a elegir entre echar a un partido condenado por corrupción o pactar con otro que, en su momento, no tenía tacha. Esta decisión siempre conlleva una carga ética, estando obligados a rechazar al penalmente condenado, aunque eso ofrezca la oportunidad a terceros para intentar liquidar a quien ha actuado desde una perspectiva ética y no oportunista. Siempre la ética por delante, lo demás ya ocurrirá y, llegado el momento, se corregirá.