Esta semana mientras pensaba a qué dedicar estas líneas, las declaraciones de algún líder sindical de la enseñanza que confundía una y otra vez PIB. con IPC. me animaban a proponer que quizá sea hora de vincular retribución a rendimiento en este y otros campos de la función pública. Un ripio convertido allí cerquita en la reveladora pintada, “Pedrosa tranposa [sic]”, me inspiraba una oración por el futuro de la ortografía.

Sugerir una lectura paranormal del superapagón de la semana pasada era otra opción que echarse a las teclas, a la vista de que por la vía del conocimiento las explicaciones parecen verdes todavía. Mezclar tamaña cantidad de gigawatios con unos cuantos fantasmas, además, podía convertir en una atracción turística de primer orden los fuegos de San Telmo de nuestros cementerios. Y en otra fuente de alta tensión.

La televisión que reinaba en aquel bar de barrio lanzando resúmenes sobre la elección del nuevo Papa me animó a prestar atención a la animada charla de unos parroquianos que no perdían detalle de las imágenes que llegaban desde el Vaticano. Abrumado por mi ignorancia en materia de liturgia pontifical, simbología talar y fallo rotundo de mis previsiones sobre la identidad del nuevo pastor de la Iglesia, me animé a acercarme a este asunto a ras de tierra. Fue todo un acierto:

–¡Facun, eso que te estas jamando parece un cardenal de puro colorao!

–Las Tortillas con alegrías valen como cien avemarías.

–¡Hombre! Al salir repicarán de c… como las campanas de San Pedro.

–Merendando churros, ningún problema. Mano de santo…

Entonces se me ocurrió un buen título para la fumata blanca que me anunciaba ¡habemus tema!: Aterriza como puedas