Con maliciosas intenciones, sin duda, hay quienes comparan la EH Bildu de hoy con aquella Euskadiko Ezkerra nacida en la transición, aunque desde luego la actual coalición de la izquierda abertzale –EE también se autodenominaba así– tiene mucho mayor éxito social y electoral. Esta comparación se refiere al viaje al centro político experimentado por el mundo de la antigua izquierda abertzale, su moderación, su pragmatismo y realismo “radicales” –en palabras de Pello Otxandiano–, su pretensión de alcanzar acuerdos de amplio espectro. Hoy, EH Bildu no habla de independencia y sí de “nuevo estatus político”, de “relación bilateral efectiva”, de apostar por un “Estado confederal” por medio de “interpretaciones más abiertas de la Constitución”... Suena tan extraño en esta cultura política, que a muchos les chirría. Además, lo hace con absoluta naturalidad, casi con la misma naturalidad con que un trilero mueve los cubiletes o un banquero te vende un producto financiero “seguro”. Hoy se celebra el día de la Constitución, aprobada en referéndum el 6 de diciembre de 1978. Ha llovido. Aquella Alianza Popular de Fraga –hoy en el PP– estuvo en contra. Euskadiko Ezkerra, también. Y ETA, por supuesto, la combatió a sangre y fuego. El PNV optó por la abstención, porque por una parte se reconocía a Euskadi como “nacionalidad” y se aceptaban y asumían sus derechos históricos pero no el derecho de autodeterminación. Como sabemos, EE terminó no ya asumiendo la Constitución, sino abrazándola con el entusiasmo propio de los conversos hasta integrarse en el PSE. No digo que EH Bildu vaya a ser en el futuro un valedor de la Constitución, pero aún hay recorrido en su pragmatismo. Recordemos que en 1978 las dos ETA se prodigaron: 68 asesinatos, 40 de ellos entre octubre y diciembre, coincidiendo con la campaña del referéndum. Tres muertos en la jornada de reflexión. Explorar las potencialidades de la Constitución española, he ahí, 46 años después, la verdadera revolución pendiente.