SI el pasado lunes asistimos a un día histórico con la victoria de Biniam Girmay, podemos decir que la historia se repite. Eso concede aún más valor al primer triunfo del eritreo. Girmay ha demostrado que en esta clase de llegadas, donde la carretera pica hacia arriba, es muy bueno. Otra demostración de la clase que tiene. Su segunda victoria, además de la dimensión histórica que tiene, también sirve para fijar el próximo rumbo de los esprints del Tour. Al menos es lo que suele pasar. Cuando uno de los velocistas repite se logra que haya más orden porque el equipo de ese esprinter suele tomar más responsabilidades. Girmay, que es el líder de la regularidad, seguirá pujando por llevar el maillot verde hasta Niza. En ese aspecto, tendremos una bonita pelea. Por otra parte, me gustaría destacar a Jonas Abrahamsen, uno de los protagonistas de esta semana. Ha estado en varias fugas, como la de esta etapa, y ha demostrado que es valiente y tiene mucho motor. Cuando ha tenido que trabajar en llegadas al esprint para Kristoff, tira como el que más. Por delante, de cara a la general, tenemos una de las jornadas clave del presente Tour. En este primer bloque sobresalían tres: la del Galibier, la crono del viernes y la jornada por los caminos de tierra. Es una etapa que exigirá a los favoritos estar muy atentos. La labor de equipo será fundamental para manejarse sobre el sterrato, de por sí peligroso porque exige otra forma de correr. Es difícil pronosticar qué puede ocurrir, pero estamos ante un trazado que puede generar muchos problemas. Se esperan muchos nervios y tensión. Habrá mucha pelea por tener una buena posición a la hora de afrontar los tramos de gravel. Media docena de ellos se concentrarán en la parte final. Puede ser un día muy importante de cara a la general. Expectación máxima.
El autor es director deportivo del Grupo Eulen-Nuuk