Afirmar querer ser alternativa de un determinado partido político para, a renglón seguido, hablar de gobernar con él es una incoherencia como una casa. Igual que hablar de superar la “suma de siglas” para, seguido, situarse como opción mayoritaria de un país junto con otro partido antes siquiera de acudir a las urnas. La izquierda abertzale ha diseñado muy bien una estrategia de cómo barrer para casa sin que se note. De hacer que todo su discurso gire en torno a verse como una fuerza posibilista y pactista, incluso, con el PNV, otrora en su discurso partido facha y ahora progre. Como sigamos así, permítanme la ironía, el PNV podría llegar a ser incluso de izquierdas antes de ir a votar. Fue hace unas semanas cuando el candidato de EH Bildu, Pello Otxandiano, alumbró la posibilidad de, como quien no quiere la cosa, poder gobernar con los jeltzales dentro, dijo, de una nueva política de colaboración. Ole tú, suma de siglas al canto. Añadía también en la misma idea Arnaldo Otegi, que considera que un ejecutivo PNV-EH Bildu “podría ser” con unos matices que no terminan de aclararse cuales son. Abran juego, señores y señoras. Dos meses por delante antes de los comicios autonómicos -21 de abril- para, no tanto convencer, sino lograr hacer creer a la sociedad que hay alternativa posible gobernando con los de hasta ahora pero haciendo las cosas de otra manera sin que sepamos cómo. Menudo enredo. Un pacto a todas luces antinatura que se plantea sin sonrojo por aquellos que no hace tanto tiempo decían en un vídeo que el PNV era un partido fascista o que se vendía por un plato de lentejas en Madrid. Pero ahora el mensaje es otro con otra intencionalidad. Convencer de que es posible lo imposible. O lo incoherente. Así barría, así, así…