Mañana es hora de ir a votar. Un derecho legítimo, reconquistado tras una dictadura, que obliga a ejercerlo con responsabilidad, siendo más conscientes que nunca de que de cada papeleta saldrán los nombres de quienes conformen el futuro Congreso de los Diputados (y Diputadas). No se elige inquilino o inquilina de la Moncloa, sino la composición de la Cámara baja. Un ejemplo, al que siguen muchos más, de puro contraste sobre las mentiras y verdades que han protagonizado esta campaña electoral y que fuerza a un ejercicio individual de pura separación del grano de la paja. El candidato del Partido Popular Alberto Núñez Feijóo llega avalado por las encuestas para ganar los comicios del 23-J que ha planteado como una batalla de la verdad (que solo ostenta él según parece) frente a la mentira del sanchismo. Una dicotomía que el líder popular llevó a su máximo exponente en el debate que ambos protagonizaron hace una semana en Antena 3, donde noqueó al candidato socialista con datos falsos. Y, con permiso de los moderadores que ejercieron de periodistas ausentes, todo se convirtió en verdad. La verdad de Alberto Núñez Feijóo. Aquella que está creada a partir de la reiteración de falsedades a sabiendas de que lo son y que, lamentablemente, se ha convertido en una mala praxis de la política reconocida incluso por el propio Sánchez en un irónico “yo cambio de opinión”. Claro que puestos a señalar, los medios de comunicación somos también corresponsables por permitir ruedas de prensa a través de pantallas de plasma o sin preguntas, por ejemplo, y a manera individual cada uno de nosotros y nosotras, que hoy nos rasgamos las vestiduras ante el descubrimiento de unas mentiras conscientes de que lo son mientras dejamos pasar otras que nos agradan al oído. Así que es una tarea individual retroceder este mal camino. Mañana es hora de ir a votar.