Qué breve es la alegría en casa del pobre!”. He ahí uno de mis dichos preferidos y al que me aferro para ilustrarles sobre lo que, al parecer, algunos están maquinando desde sus confortables despachos para el sector productor lácteo.

Recapitulo. Como todos mis lectores habituales, al parecer muchos, si tenemos en cuenta los palos que me llegan de uno y otro lado, saben, el sector ganadero de vacuno de leche es, de por sí, un sector productor muy sacrificado dado que las vacas hay que ordeñarlas entre 2-3 veces al día los 365 día del año y, además, un sector donde el productor requiere estar continuamente invirtiendo para poder estar al día y cumplir con los parámetros de calidad de la leche, bienestar animal y gestión de abonos orgánicos (estiércol y purín) para luego, en el mejor de los casos, obtener un margen insignificante.

Pues bien, señalado el campo de juego del sector productor, también recordarán que los ganaderos llevan unos cuantos años eligiendo entre conformarse con cubrir costes pero sin obtener beneficios con los que seguir invirtiendo o, tras la insufrible alza de los costes de producción, vender a pérdidas aún a sabiendas que se estaban comiendo el poco patrimonio familiar que les quedaba.

Consecuencia de ello, a pesar de la incredulidad de algunos responsables de la industria y distribución que se creían que los ganaderos son inmortales e inmunes al sufrimiento, los ganaderos optaron bien por reducir la cabaña ganadera enviando al matadero las vacas menos eficientes, bien por reducir la alimentación animal y con ello la producción lechera o, bien directamente, por cerrar la explotación.

Esta reacción del sector ganadero, esos productores que algunos creían que no podían dejar de producir para que ellos siguiesen haciendo negocio, decidieron reducir la producción y con ello ocurrió lo que nadie imaginaba, algo muy lógico por otra parte, que comenzó a faltar leche en el mercado y con ello, llegó la lucha entre empresas y cooperativas por hacerse con la leche para así poder continuar envasando y suministrando a las tiendas y cadenas de distribución.

Creo recordar haberlo escrito anteriormente, pero no está de más volver a recordarlo, que de esta tormenta blanca vivida en los últimos tiempos los eslabones de la cadena láctea debieran haber extraído las oportunas conclusiones, pero, mucho me temo, que no lo hemos hecho.

Los ganaderos debieran haber concluido que el precio que perciben por su leche no depende de sus costes de producción ni de su nivel de asfixia, la industria y la distribución. Al menos hasta ahora, han sido inmunes a ello y debieran haberse dado cuenta que el precio percibido se ha elevado hasta poder obtener unos pequeños beneficios y recuperar lo perdido previamente, solo y únicamente, cuando ha comenzado a escasear la leche y, unos y otros, vieron sus plantas envasadoras y sus lineales sin producto.

La industria y la distribución, por su parte, debieran haber concluido que la cadena láctea es un todo en su conjunto y que es síntoma de ceguera empresarial y sectorial pensar que el sector lácteo puede continuar eternamente con un sector ganadero a pérdidas, más aún, en un sector como el lácteo que, además de la falta de rentabilidad, tiene otra serie de cuestiones que la hacen escasamente atractiva para los más jóvenes.

He utilizado el tiempo verbal “debieran” porque al parecer, algunos ya han empezado a medrar en el mercado anunciando bajadas de precios en el campo. 4 céntimos es la bajada anunciada por el grupo francés LACTALIS, propietaria de marcas como Président, Puleva, El Ventero, La Lechera o Galbani, aún a sabiendas de que no existen razones objetivas que puedan justificar esa bajada al ganadero ya que, mientras bajan los censos de ganaderos y de vacas, los costes de producción siguen estables por las nubes (pienso, luz, gasóleo...) y, lo que es peor, veremos qué ocurre esta primavera con los forrajes.

Creo, por lo que escucho, leo e intuyo que algunas empresas y cadenas de distribución han hecho una lectura correcta de lo ocurrido y extraído las conclusiones pertinentes de la tormenta blanca vivida en los últimos años. Menos mal. Ahora bien, tampoco quiero pecar de ingenuo y soy consciente que las presiones políticas del Gobierno Central por abaratar los alimentos pueden provocar que alguno adopte decisiones equivocadas que perpetuarían un sector lácteo basado en las pérdidas de los ganaderos.

Si es así, todos ellos, industrias, cadenas de distribución y políticos puestos de perfil, debieran ser conscientes que, sí o sí, volverá tronar y con ello, volverá la tormenta blanca.

* Miembro del sindicato ENBA