EN los tiempos negros del franquismo sonaba una canción mitad burla, mitad denuncia alentando la esperanza de una rápida desaparición del dictador, cosa que no ocurrió, y lo del caimán duró casi cincuenta años de represión. Lejos de nuestra intención comparar al dictador con el sumo sacerdote de las finanzas del grupo Mediaset, removido en su poltrona, entre especulaciones sobre su marcha, materializada en las últimas jornadas. Paolo Vasile ha sentido el aguijón de la expulsión, y tiene que abandonar el puente de mando. El capo que ponía y quitaba, se ve ahora en el huracán del despido, cese y dimisión, siente en sus carnes el fracaso de la gestión, y muerde el polvo de la frustración, abandono y desprecio. Es tiempo de ira para Paolo Vasile y sus seguidores, que durante tantos años han manejado la televisión generalista de este país, haciendo un producto poco digno, telebasura y escándalo. El fin de su mandato marca un antes y después de la tele construida al borde del chabacano estilo de una narración grosera, atrevida y abusiva. Se va el caimán, nos abandona el boss mediático, dice adiós un ganador de tantas noches y maestro perdedor del manejo televisivo. Como a todo cristiano, le llegó la hora de la marcha a un fiel a los intereses de la familia Berlusconi, que no ha dudado en sacrificar esta pieza fundamental. Ya se sabe que a rey muerto, rey puesto, y la tele alentará nuevos estilos que nos harán olvidar a las mama chicho, Sálvames y otras delicatesen del estilo vasilino. A todo cuto le llega su San Martín y a este personaje de la farándula televisiva le llegó la hora del adiós. Prepárense sus fieles seguidores para la fila del paro. C’est la vie. l