HAY veces que, en vez de avanzar, parece que retrocedemos. Podría empezar esta columna haciendo un alegato de por qué las mujeres no tenemos, a estas alturas de la película, tener que justificar que, en nuestra carrera profesional, somos tan válidas como cualquier hombre para ocupar puestos de responsabilidad. Sin embargo, tanto el currículum como su natural llegada no deben valer para Beatriz Artolazabal, Eider Mendoza o Elixabete Etxanobe. Ellas, simplemente por ser del PNV, han pasado a ser cuotas paritarias que la formación jeltzale quiere cumplir ante la sociedad vasca por los tiempos que tocan. Así por lo menos se puede interpretar ante ciertas reacciones dañinas a las reflexiones realizadas por el presidente de EAJ-PNV, Andoni Ortuzar, que esta semana ha reconocido que su partido ha pecado de un “exceso de masculinidad” que debía ser resuelto. Exigir a la formación jeltzale la llegada de mujeres a sus puestos de responsabilidad y cuestionar el paso dado cuando este se produce es pernicioso y genera un efecto devastador ante la imagen pública de sus candidatas por cuanto que se las interpreta como una mera elección de nombres femeninos para cumplir con la compensación en listas. Cuando EH Bildu eligió a Maddalen Iriarte como su candidata a lehendakari, ¿alguien cuestionó el porqué de aquella decisión en clave de género? Igual para Miren Gorrotxategi (Elkarrekin Podemos), Idoia Mendia (PSE), Arantza Quiroga (PP), etc., etc. La respuesta es no. ¿Por qué entonces con Beatriz Artolazabal, Eider Mendoza y/o Elixabete Etxanobe es que sí?

Mal favor nos hacemos si no vemos a las mujeres reales que están detrás de la marca política. Y peor que no las valoremos solo por lo que hacen en su día a día. Que los árboles no nos impidan ver el bosque, que no es otro que, para avanzar en igualdad, la responsabilidad de hacerla posible es de todos y todas. Por cierto, zorionak a las tres candidatas puestas en solfa porque tienen valía (y mucha). l