HAN pasado unos días, pero he tenido que hacer memoria para entender por qué nadie dijo a Pablo Casado el viernes que Getxo no está en Gipuzkoa. Los grandes referentes del Partido Popular han tenido cierta facilidad para soltar frases reveladoras de su talante o lapsus que nadie les corrige nunca. El mismo Casado se dejó decir en su día que “el PP sí que tiene que tener credibilidad para hablar de corrupción porque es nuestra seña de identidad”. Un despiste que sonó a confesión. Patinaba hace un par de años largos Javier Maroto cuando le preguntaban, en una de esas entrevistas ocurrentes que unía a su mascota con su jefe de entonces: “¿En qué se parecen Roy y Rajoy?”. “Los dos son perros en mi casa -respondía Maroto, un poco en Babia-, muy buenos perros”. El mismo Mariano Rajoy dejó célebres deslices, pero me quedo con uno menos difundido: “Una cosa es ser solidario y otra es serlo a cambio de nada”. Toma solidaridad. Y hay frases épicas. María Dolores de Cospedal: “Hemos trabajado mucho para saquear nuestro país”. Otras que te retratan: “Todos los que pitan el himno son unos hijos de puta” -Carlos Iturgaiz-; o simplemente se confiesan: el franquismo en Euskadi “era una situación de extraordinaria placidez” -Jaime Mayor-Oreja-. Cuando uno es líder y está por encima de todo no precisa consejos ni sentido común: “Yo siempre pienso, ¿y quién te ha dicho que quiero que conduzcas por mí? Las copas de vino que yo tengo o no tengo que beber déjame que las beba tranquilamente” -José María Aznar-. Y les sale gratis porque, como dijo el replicante Roy Batty en Blade Runner, “todos esos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia”.
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