CON las elecciones municipales en el horizonte, el debate presupuestario vasco de cara a 2019 parece haber entrado en un escenario donde se pretende consensuar la pre-visión racional con el trending topic utópico. Un debate que me recuerda a dos hermanos, Prometeo y Epimeteo, personajes de la mitología griega. El nombre del primero se ha entendido como el que piensa antes, el segundo es el pensamiento tardío. Ambos creían actuar como benefactores de la humanidad, pero mientras que Prometeo robó el fuego a los dioses para entregárselo a los hombres, Epimeteo actuó sin pensar y abrió la célebre caja de Pandora donde estaban encerrados todos los males.

Y en esas estamos. La recta final de ese debate está condicionada a la influencia que pueden tener ambas tendencias. Se llama presupuesto al cálculo y negociación anticipada de los ingresos y gastos de una actividad económica, sea personal, familiar, empresarial o pública. Significa mirar al futuro dentro de un plan de acción dirigido a cumplir un objetivo social previsto y cuantificarlo en términos financieros.

Ahora bien, ese mirar al futuro trata de presentar la gestión ajustada por unos recursos limitados, unos gastos cautivos, unas emergencias sociales y la necesidad de mantener o mejorar el bienestar de la sociedad.

Todo ello aderezado con normas, leyes y directrices propias, españolas y europeas. Sin olvidar el escenario global en el que vivimos y el sistema económico que lo sustenta. Es decir, la globalización económica en un mercado libre, competitivo y agresivo, cuyas previsiones debieran también ser objeto de la pre-visión tanto de quienes proponen las cuentas públicas como de la propia oposición. En este contexto, la economía vasca es pequeña, hasta el punto de ser insignificante y prescindible para el poder financiero de las multinacionales.

consensuar o compartir Será difícil consensuar un presupuesto en el País Vasco si antes no se comparte un diagnóstico que no tendrá la fuerza de los trending topic de las redes sociales, pero que está avalado por expertos como Paul Krugman, al asegurar que el mundo sufre una falta persistente de demanda. Es decir, la gente no gasta lo suficiente como para usar la capacidad productiva que tienen las economías.

O Joseph Stiglitz, que denuncia la ausencia de igualdad de oportunidades porque implica que los que están más abajo nunca tienen la posibilidad de hacer realidad su potencial.

O Robert Solow, que habla de adaptarse a la aparente tendencia de la conjunción de tecnología y demanda de empleos.

O George Akerlof quien define como óptima una política que subsidie la investigación y el desarrollo dedicados a reducir las emisiones contaminantes.

O Michael Spence que estima que el reto más urgente tiene que ver con promover el crecimiento de las economías en desarrollo.

Como verán estos cinco premios Nobel de Economía vienen a ser los Prometeos del siglo XXI. En su visión del futuro nos hablan de consumo, igualdad, tecnología, inversión en I+D y crecimiento como los factores clave. Cierto es que los daños ocasionados por la reciente crisis deben subsanarse con urgencia, pero no creo que sea buena idea hacerlo en detrimento de la generación de riqueza, como parece que pretenden quienes hacen de esos daños la única bandera de sus reivindicaciones presupuestarias. No debemos caer en el error de Epimeteo y reflexionar tarde, cuando los males ocasionados por la falta de pre-visión se han hecho realidad e irreversibles.

La economía vasca está basada en una industria con gran consumo energético, tecnología madura y altos salarios, cuya productividad es difícilmente competitiva en los mercados internacionales.

Restar inversiones públicas a la formación profesional y a la investigación significa mermar posibilidades al futuro de la sociedad vasca. La clave reside en el conocimiento, cuyo avance humano es tarea larga, acumulativa y coral. Hay que atender las necesidades más urgentes, pero no a costa del futuro. La única diferencia entre las propuestas sin argumentos y el silencio es el tiempo que se pierde en los debates públicos.

La economía vasca está en un momento dulce, pero los pronósticos no lo son tanto.

No basta consensuar unos presupuestos y salir en la foto. Los hijos de las utopías pueden convertirse en los padres de las pesadillas.

Es necesario compartir el diagnóstico y aquellos objetivos aceptables y realistas si queremos mirar a un futuro condicionado por el cambio climático, la migración masiva, la desigualdad, la competitividad y el conocimiento.