los presupuestos se han adueñado de las noticias. Aquí y en Madrid se han convertido en el leitmotiv de los medios para intentar despertarnos por las mañanas, pero hay muchas diferencias entre cómo se presentan aquellos y los defendidos por el lehendakari Urkullu.

La fotografía de un ufano Iglesias aspirando a hombre de Estado junto a Pedro Sánchez, más obligado por las circunstancias que otra cosa, no parece que tendrá recorrido ya que en el Congreso la mayoría no está por la labor. Sin los partidos catalanes, las cuentas no salen -y no es de extrañar, dados los numerosos incumplimientos en el caso de las competencias o al mantener a personas electas en la cárcel simplemente por cumplir, democrática y pacíficamente, con el mandato de la ciudadanía-.

Allí firmó el líder de Podemos los presupuestos españoles y aquí la misma gente tiene la desfachatez de criticar y no apoyar los del Gobierno Vasco cuando saben que su exigencia de subida de las pensiones es una cuestión de competencia estatal que no han reclamado para firmar en Madrid. Esa incongruencia se solucionaría traspasándonos la Seguridad Social; entonces sí se podría exigir a nuestro gobierno que aplicara unas u otras políticas ante las pensiones.

Mientras eso no suceda, solo me cabe pensar que o actúan en política con falsedad o son de una ignorancia que me da más miedo todavía en señores y señoras que viven de eso. El teatro de la política tiene sus escenificaciones, pero su práctica -también de la oposición- debe tener un límite marcado por la decencia y el conocimiento necesario.

En cualquier caso, veremos qué pasa en Gasteiz, pero las posibilidades abiertas con EH Bildu son una buena noticia que va ampliando la colaboración entre los partidos nacionales vascos.

Titulaba este artículo en referencia al rey de España, por la escena que nos regaló en el este de Mallorca, tras el desbordamiento del torrente que ha costado la vida a trece personas. Felipe VI no sabe barrer o, mejor, no quiere.

Manda el oportunismo. Y eso significa que se sacan fotos visitando lugares destrozados para aparentar la gran preocupación que tiene la monarquía por su pueblo (ja, ja). Tuvo su gracia el joven voluntario que le ofreció la escoba y afirmó a los medios -recojo textual sus palabras- que no quiso vacilar, sino que pedía que les ayudara porque con un apretón de manos a mí, no me ayuda en nada.

Ese drama nos ha demostrado nuevamente la generosidad humana ante una desgracia. Pero, en negativo, me he quedado con la visita de circunstancias del Borbón y con las sonrientes autoridades colocadas para rendirle pleitesía a la entrada de la iglesia de Manacor donde se iba a celebrar el funeral. Ya sé que me fijo en pequeños detalles pero algunos molestan mucho, porque si se han vestido de luto, que al menos aparenten que les importa -aunque sea fingido-.

En esa España revuelta, se ha criticado injustamente estos días a Pedro Sánchez por colocarse junto a la pareja real por un pequeño error de protocolo, a la vez que pasan por alto que la derechona le pitó el 12 de octubre en esa fiesta que celebran de la mano del ejército. No sé yo, ¿fiesta nacional y militar a una?

Mal asunto.

Termino tarareando una canción de los años 60 pero que me viene de perlas para resumir todo lo anterior: Si yo tuviera una escoba? cuantas cosas barrería. Barrería bien profundo, todas cuantas cosas sucias se ven por los bajos mundos.