AUNQUE los protagonistas se esfuerzan en negarlo, el acuerdo entre el Gobierno de Pedro Sánchez y el Podemos de Pa-blo Iglesias se parece mucho más a un pacto de legislatura que a un proyecto realista para las Cuentas. Con todo, lo incontrovertible es que hay un papel firmado por los dos líderes del centro-izquierda español con impactantes medidas.

Lo esencial de ese acuerdo ya se han encargado de divulgarlo: derogación de los aspectos más lesivos de la reforma laboral del PP, aumento más que significativo del salario mínimo, permisos de paternidad y maternidad... todo muy progre. Aplausos. Ahora es cuando vienen las dudas, los interrogantes y las incógnitas. O, para muchos, el escalofrío. Las cuestiones presupuestarias deben ser claras en un aspecto: Esto está muy bien, pero ¿cómo se paga y quién lo paga? Poco o nada se ha dicho. Y las cuentas que se hacen sobre el gasto que suponen las medidas y los ingresos previstos no son del todo creíbles salvo predisposición a ello, más allá de la ingeniería presupuestaria. A lo que hay que añadir la posible repercusión negativa que tendrá en la economía y el empleo.

Entre las muchas dudas previas, están si Bruselas aprobará el proyecto y si Sánchez logrará los apoyos necesarios -con vascos y catalanes se va a tener que bregar-. En Euskadi, con varias incógnitas añadidas: el impacto en gasto que van a tener las medidas previstas, la inversión que contemplan en la CAV y Nafarroa -si la hay-, el compromiso so-bre las transferencias y el pa-pel de Elkarrekin Podemos en los Presupuestos vascos. Queda mucha tela que cortar.