ESTA semana me han llamado la atención tres temas. En primer lugar, el No os calléis de la víctima de La Manada que nos ha dado una lección difícil de olvidar. Seguramente usted leyó días pasados la carta que escribió a un medio de comunicación. Me llamó la atención la fuerza de esa joven que sufrió una violación terrible, además de una sentencia inaceptable que nos lanzó a la calle a cientos de miles de personas. Me quedo con su defensa de la necesidad de denunciar cualquier violación, de no callar, para hacer posible el cambio en la sociedad.

Por mucho que lo intentemos no va a disminuir la vergüenza que dan tribunales como el que juzgó a esas cinco malas bestias o el abogado de esa gentuza que se comportó igual, al no conformarse con la defensa en sede judicial y culpabilizó a la joven ante los medios de comunicación en intervenciones de dar asco. Está muy bien lo del derecho a la defensa pero también eso debe tener un límite y debería hacerse bajo un prisma moral (ilusa, me dirán).

Aun con todo eso, en esta repugnante violación múltiple ejercida por la autodenominada Manada (¿qué se puede esperar de bueno en hombres que se llaman a sí mismos así?), no me han generado menos escándalo el tribunal y el resto de la judicatura. El primero, tres jueces, una mujer y dos hombres, que han actuado como espera el sistema patriarcal; es decir, victimizando a la víctima por ser mujer, por haber sido agredida, al quitarle importancia a un delito execrable. Y el resto porque no se ha pronunciado; ha callado otorgando y no mostrando ni empatía ni sentido de la justicia ni implicación ni nada que nos pueda animar a confiar en esa justicia que, de tan inmaculada que pretende ser, se ha quedado en el lado de los victimarios.

El segundo tiene que ver con el Gobierno de Pedro Sánchez. Ya ha cumplido un mes. Poco tiempo para vislumbrar cambios grandes aunque hay algún gesto que, al menos, parece positivo: que su primer viaje oficial no fuera a Marruecos -como ha sido el caso de todos los anteriores presidentes del PSOE y del PP-, no significa necesariamente que vaya a abordar la cuestión de la descolonización del Sáhara Occidental y su derecho a la independencia, pero, al menos, no ha ido a mostrar una sumisión inexplicable ante aquel reyezuelo y dictador tan amigo de los anteriores.

Por otro lado, es una buena noticia que el Gobierno español haya decidido acercar a aquellas personas presas de más de 70 años y enfermas (unas 20 sobre más de 200). Se trata de una decisión política necesaria, que, esperemos, sea el comienzo del fin de la dispersión.

Parte de las víctimas han entendido que la dispersión es un castigo añadido. También es verdad que ha concitado el rechazo de otras.

Entiendo su dolor pero no es bueno que marquen la política española, ya que el ánimo de venganza es peligroso y no ayuda cuando, por otra parte, no se está planteando ni una amnistía ni nada por el estilo.

Y el tercer tema es que el PP se ha equivocado al intentar quitarnos 540 millones de los Presupuestos Generales: le da a Sánchez una cierta imagen de unidad de acción por el voto contrario de todo el resto y aumenta su debilidad, muy acentuada también ante el congreso de julio que preparan con una enorme división interna. Y diría más: va directamente contra su propia militancia y credibilidad en Euskadi.