JURO odio eterno al fútbol moderno, a ese deporte que abandonó la casa de su padre, el corazón de los aficionados, y se entregó a los brazos de los mercaderes que lo llevan y lo traen como si los protagonistas del mismo, los futbolistas, fuesen galeotes, esclavos de África o, qué sé yo, carne de Kobe o Wagyu, carne de primera calidad. Juro odio eterno al fútbol moderno, a ese deporte que se apodera del césped de un terreno de juego como las malas hierbas y los rastrojos, que estrangula al viejo fútbol que conocí al nacer, cuando los once eran de los tuyos (no hablo solo, que también, de la sacrosanta filosofía del Athletic...), luchaban hasta el desmayo por una causa común, habían soñado con el equipo de sus amores cuando eran niños, lloraban cuando se iban de él por no sé qué vicisitudes y juraban, también ellos, amor eterno. Juro odio eterno al fútbol moderno que se llevó de mi lado al fútbol viejo que me enamoró, que me hizo creer en imposibles y sentirme David frente a Goliath; al fútbol viejo que me dio fe y confianza en mis fuerzas, calmó mis miedos, curó mis dolores, estrechó los lazos de mi pueblo. Juro odio eterno al fútbol moderno que dejo malheridas miles de ilusiones.
¿Quién lo trajo? Como un torpe Fuenteovejuna, hoy se escuchan voces que repiten el viejo verso: entre todos lo mataron y él solo se murió. Cada cual señalará sus culpables así que ahí van los míos. Yo acuso a los negociantes en la sombra, a una colección de representantes que se han adueñado de un mundo que no es, que no debiera ser suyo. A medida que se extiende el enigma de Kepa y callan las partes se proyecta la sombra de Bahía (Bahía de Cochinos, ironiza un viejo amigo con más arrojo que yo...) en su caso. No es el único, no crean que es un desahogo. La sombra de Jorge Mendes, Mino Raiola, Mondial Sport Management, Pere Guardiola y Jaume Roures, el propio padre de Neymar, Jonathan Barnett, Giuliano Bertolucci, PromoSport o el alemán Volker Struth entre otros atesoran un poder casi sobrenatural. Son las fuerzas ocultas de la magia negra, hombres y empresas capaces de hacer y deshacer equipos enteros a su antojo, capaces de arrancar al hijo de los brazos del padre y defender luego la idea (en realidad de que la defiendan por ellos...) de que es el futbolista quien elige en libertad, que nada tiene que ver el tanto por ciento. Les juro odio eterno. Soy un antiguo, lo sé.