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El pájaro que se posa

El pájaro que se posa

ES un fenómeno propio de estas fechas: mucha gente no sabe lo que quiere hasta que no lo ve con la etiqueta del 50% de descuento. Enero es tiempo de migraciones, un mes en el que se posa en las ramas de nuestros comercios el pájaro de la oportunidad, un ave que ha de cazarse al vuelo si uno quiere sacarle suculentos jugos. Cualquier despiste, el más mínimo mirar hacia el otro lado hace que a uno le quiten de las manos aquello que desea. Con todo, incluso sin tener una pieza fija a la vista resulta complicado extraerse de esta vorágine: visto el frenesí, se diría que ir de compras estos días es más saludable que ir al psicoanalista.

Perder la paciencia es perder la batalla, dijo Mahatma Gandhi, sin que haya constancia de que el pacifista hindú aguantase, a lo largo de su turbulenta vida, una sola jornada de rebajas. Hubiese sido una dura prueba para aquel hombre de nervios templados: alguien arrancándole de las manos la prenda elegida, una cola interminable para probarse y otra más larga aún para pagar, casi tan larga como la inolvidable marcha de la sal con la que dio el pistoletazo de salida a la independencia de la India. Digo todo esto porque en la otra orilla, donde no habitan los cazadores de ocasiones irrenunciables, habitan, habitamos, los descendientes de Job, aquellos que estamos condenados en estas fechas a templar nuestra paciencia en las más ardientes fraguas. Todo triunfo tiene su sacrificio predican los asiduos, sin caer en la cuenta que algunos no quieren, no deseamos, esa fatigosa victoria.

Con todo, es de ley reconocer que estamos en retroceso y franca minoría. Desde los comercios nos lo advierten: cada día son más quienes buscan su oportunidad de una u otra manera. Visto que incluso para comprar una bola del mundo hubo quien esperó a que sonasen las campanadas de los recortes un día de estos habrá que pasar por el aro. Ahora que lo pienso, les dejo, que necesito una chaqueta.