La súper vikinga
en la casi eternamente socialista Noruega, Erna Solberg es la primera política conservadora que ha logrado en los últimos 30 años empalmar dos legislaturas seguidas al frente del Gobierno.
Las razones de su triunfo son muchas, pero una de las más poderosas es que quizá nadie representa mejor que ella las características nacionales: laboriosa, tenaz hasta la obcecación, pragmática, sólida moral y físicamente y, para rematar la imagen de vikinga de armas de tomar, es más rubia que el trigo maduro.
En realidad es vikinga por los cuatro costados si se recuerda que los vikingos que asolaban las costas europeas eran todo menos caritativos, y que los que intentaban codearse con reyes y príncipes brillaban mucho más por los hechos que por la oratoria? Lo que era lógico, puesto que ellos mismos se definían como “campesinos” y nunca como comerciantes u hombres de Estado.
Y Erna Solberg, la Erna azul como se la conoce también en Oslo por la abrumadora frecuencia con que viste de azul (el color del partido conservador, el “Høyre”), puede enarbolar muchos méritos personales y políticos, pero entre ellos no figuran ni una oratoria brillante ni un encanto personal arrollador.
Ahora bien, cuando se trata de bailar con la más fea, es la primera en dar la cara y cargar con el mochuelo con tal de resolver problemas. Como lo hizo en el 2005, siendo ministra responsable de la inmigración, cuando en vez de ceder a la ola de conmiseración idealista aplicó una política dura y restrictiva con los desplazados, pero concorde con las posibilidades reales del país para acoger y asimilar fugitivos de culturas difícilmente compatibles con la mentalidad escandinava.
Tampoco pertenece la líder conservadora al grupo de los mimados por la fortuna. Su ascenso en el partido y en la política ha sido largo, laborioso y marcado con un sinfín de fracasos? como sus fallidos intentos de ganar los comicios del 2005 y 2009. Y, si bien estudió Ciencias Políticas, su carrera la hizo por el itinerario largo de trabajos en la organización juvenil del “Høyre” y luego recorriendo todo el camino -y combatiendo competencias- dentro de la central. En su hoja de servicios políticos debería figurar también el esposo, ya que este la ha apoyado decididamente, atendiendo a los dos hijos y a la familia para que Erna pudiera ocuparse del partido y del país.
Posiblemente, la mayor aportación de la Erna azul al ascenso del partido fue percatarse de que los noruegos estaban hartos de tantos años de gobiernos socialistas, pero tampoco querían un gran cambio de orientación. Así que bajo su mandato, los conservadores noruegos ofrecen en realidad una política socialdemócrata moderada y con tímidas aperturas a la economía de mercado. El más revolucionario -revolucionario para la mentalidad escandinava- de sus cambios ha sido dar cabida también a la iniciativa privada en el sistema sanitario del país.