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Contra la picaresca

Contra la picaresca

QUIZÁS porque vivimos en un área de influencia un punto extraña, una de esas pocas tierras en las que la palabra pícaro es casi un halago (antes de que me salten los puristas a la yugular diré que ya sé que no es justo mezclar churras con merinas, pero tampoco podemos caer en la tentación que Bizkaia es tierra virgen: aunque el número de golfos y tunantes por habitante sea menor también los hay), es casi obligado estar ojo avizor. Esa es la sensación que queda al escuchar que la Diputación Foral de Bizkaia va a vigilar a pie de calle el destino de las ayudas sociales que reparte en lo concerniente a la población dependiente. El gran Desmon Tutú, clérigo y pacifista sudafricano que adquirió renombre durante los ochenta a causa de su lucha contra el apartheid, nos lo dijo: “El precio de la libertad es la eterna vigilancia”.

Existe la tentación, entre quienes perciben la prestación y se desviven y se desloman en los cuidados a un familiar, del cabreo. ¿Acaso no se fían de mí; insinúan que soy un delincuente? Lo digo porque un viejo amigo que se ve en la tesitura me lo comentó al conocer la noticia, no hablo de oídas. Aun teniendo cierto punto de lógica, viendo que los recursos son limitados y las necesidades infinitas resulta no solo justa sino necesaria esta vigilancia.