LA ría de Bilbao fue, durante décadas para tristeza y desconsuelo de la ciudad, un trastero en el que acumular deshechos sobrantes, un vertedero sobre el que volcar los residuos. Quienes la conocimos en las décadas de los setenta, ochenta y noventa del pasado siglo damos fe de los olores nauseabundos que fluían cada vez que apretaba el calor, del color achocolatado de sus aguas, un auténtico arco iris en sucio cada vez que los vertidos provocaban el cambio de color de sus aguas. Era entonces cuando todos los culpables (no es menester ahora remover aquellos fangos, aquellos lodos para señalar quién hizo más que quién...) se lavaban las manos. Con aguas sucias, pero se las lavaban.
Hoy regresa a la actualidad aquel fantasma del ayer del que nos hablaba Dickens. Lo hace de la mano de la leptospirosis, una enfermedad de nombre académico y consecuencuencias terrenales, un cuadro pseudogripal que en los ejemplos más extremos puede derivar en un fallo multiorgánico grave, según asegura la ciencia. La detección de tres casos asociados a la prueba de triatlón realizada hace unos días en la ría de Bilbao ha levantado ampollas (es un decir...) entre la organización (“el Ayuntamiento nos dio el permiso hace un mes”, aseguran...) y URA, la Agencia Vasca del Agua, quien asegura que analizar el agua de la ría es responsabilidad de la propia organizacion, habida cuenta que el Ayuntamiento, tal y como asegura, no tiene competencias para ello.
No sería bueno, ahora que la ría había recobrado su color, parte de la biodiversidad que se le supone y un aspecto saludable, desenterrar aquel demonio. Pero sería peor dejar pasar este suceso, por pequeño que sea como dicen (pequeño no será para las personas afectadas, digo yo...), no depurar responsabilidades a la vez que se depuran un poquito más las aguas. Por supuesto que los torrentes que desembocan a diario en el cauce, que el orín de los animales o cualquier otra circunstancia de complicado control y seguimiento, se escapan al ojo del vigía. No se trata de enarbolar la bandera del SOS o de emergencia pero sí de marcar, de una vez y para siempre, un riguroso protocolo de acción. No siendo zona declarada de baño público el asunto es peliagudo, es cierto. Hemos visto bañarse allí a los clavadistas de Red Bull y a piragüistas que surcan sus aguas y no se oyó queja alguna. ¿Es una filtración puntual...? Que se aclare. Hasta entonces, Juan Mari, por favor, no te bañes.