Creo entender a Otegi cuando habla de “saborear” el acontecimiento histórico del desarme. Pero entenderá el líder de Sortu que haya muchísima gente en Euskadi que solo está interesada en una cuestión, en que el desarme sea definitivo y que lo que rodea al acontecimiento, celosamente guardado para que no tenga impedimentos externos, forma parte de un celofán y un lazo. Lo realmente importante no es el envoltorio, sino lo que contiene la caja.

Sucede con este desarme que nunca antes se ha producido algo ni siquiera parecido en otros procesos. Hasta la fecha, hemos visto entregas de armas de guerrillas que habían negociado con Gobiernos (el caso más reciente el de Colombia) o de organizaciones que con el aval internacional han procedido a una entrega de armas y a la destrucción en terceras manos de esos arsenales (el caso norirlandés). En el caso de ETA no será así por concurrencia de dos factores: porque no ha habido negociación previa (pudo haberla pero ETA se encargó de hacerla saltar con incumplimientos reiterados de alto el fuego) y porque el Gobierno español ha preferido dejar que la fruta madura cayera del árbol en vez de ir a recogerla.

Que merezca el calificativo de histórico no significa que deba ser celebrado con alharaca. De hecho, tanto Txetx Etcheverry cuando habló de ser muy respetuoso con las víctimas, como el propio Otegi ayer en Onda Vasca al invitar a la gente a participar en un acto “con absoluto respeto a todo el mundo”, son conscientes de que convertir ese momento en una fiesta puede herir sensibilidades. No es difícil imaginar que para gran parte de la ciudadanía vasca la satisfacción por el desarme puede ser compatible con la incomodidad por el aroma festivo del que se trata de rodear. La prudencia, por lo tanto, debería ser uno de los ingredientes que entren en esta receta inédita.

Algunos querrían ver al Gobierno vasco a la cabeza de la manifestación y otros, por el contrario, critican que se haya implicado en esta operación de desarme. Pues bien, si se reclama responsabilidad a los poderes públicos, habrá que coincidir en que entre una presencia en primera línea y una ausencia total, está la prudencia de colaborar para que el desarme sea efectivo con todas las condiciones que estos días hemos escuchado. Y, sobre todo, saber que el 8 de abril no acaba todo, sino que empieza otra fase en la que se debe avanzar para cerrar el trágico capítulo que ETA ha supuesto en nuestra historia.