LA película de Juan Antonio Bayona Un monstruo viene a verme narra la historia de Connor, un niño de 12 años que sufre bullying en el colegio y cuida de su madre, que padece cáncer terminal. Fue la gran triunfadora de los Goyas, junto a Tarde para la ira, de Raúl Arévalo. Dani Rovira, el animador del cotarro, también hizo referencia expresa a esta calamidad, y Carlos Santos, Mejor Actor Revelación por su papel en El hombre de las mil caras, se emocionó al dedicar el galardón a su hermana, recientemente fallecida a causa del cáncer.

Cuando le preguntaron a Ernesto Valverde respecto a la titularidad de Yeray Álvarez en la misma fecha en la que se conmemoró el Día Mundial contra el Cáncer, el técnico del Athletic destacó la “feliz coincidencia”; buena nueva festejada por el muchacho, que irradiaba felicidad tras el partido. Yeray estaba encantado de la vida de poder jugar por vez primera en el espectacular coliseo azulgrana y frente al equipo más potente del planeta, y así lo expresó. Sobre todo estaba encantado de la vida de poder seguir ejerciendo con pasión el oficio que ha colmado sus más elocuentes deseos.

Porque a diferencia de las reflexiones propaladas desde el mundillo del cine, con el drama surcando el filme de Bayona y Carlos Santos añorando poderosamente la ausencia de su hermana en un instante concebido para la dicha, Yeray Álvarez supo transmitir esa energía que emerge de alguien capaz de vencer a tan siniestra enfermedad, mandando un claro mensaje de esperanza.

Así que Yeray apenas dijo nada del partido, salvo puntualizar que “a nivel de ritmo me falta un poco” y enfatizar: “creo que soy alguien que no se rinde. Lucho”.

En cierto modo, el Barça-Athletic pasó de puntillas en esa jornada tan especial. Resulta que el equipo rojiblanco ha recuperado a un futbolista que está llamado a marcar una época, y aunque se pueda considerar una visión incluso mezquina del asunto la sociedad también conoce que hay un joven de 22 años recién cumplidos que ha derrotado al cáncer por goleada.

Todo lo demás, la visita al Camp Nou, por definición, es una cita con la derrota. O como mucho fue un ejercicio estéril de voluntarismo, cortado de cuajo por la propia ineficacia ante la portería de Ter Stegen y el estrepitoso fallo de Gorka Iraizoz, que echó definitivamente por la borda el empeño del Athletic de aprovechar las circunstancias. Y las circunstancias eran que Luis Enrique probablemente se había pasado soberbio, tentado a la suerte alineando un equipo cuajado de suplentes pensando más en la semifinal de Copa ante el Atlético de Madrid. Un equipo que dio muchas facilidades en defensa, coyuntura que el Athletic no supo aprovechar. Lo malo es que el técnico azulgrana ideó el partido en función de cómo se maneja el rival (presión adelantada, huecos seguros) y le salió de perlas el plan. Lo peor es que Ernesto Valverde también imaginó una fórmula fetén, basada en el vigor de sus futbolistas y un alto ritmo de juego, que se fue al traste por la incapacidad manifiesta para meter un gol. Ahí estuvo la diferencia.

Por eso ni merece la pena elevar a transcendental la impericia de Iraizoz ante la falta que Leo Messi lanzó de aquella manera, porque me da que la eficiencia del genio argentino frente al Athletic es cosa esotérica. Debe ser la fuerza del destino, que a golpe de infortunio (con la fecunda salvedad de la Supercopa del 2015) ha convertido al Barça en el ogro más horrendo en la reciente historia del club bilbaino.

Me imagino al meta navarro gritando ¡tierra, trágame!, porque él también fue consciente del alcance que entrañaba su error, y eso duele mucho. Luego, la segunda parte, fue un lánguido ejercicio de agonía. 45 minutos de la basura, con los chicos de Valverde mentalmente derrotados tras el esfuerzo valiente, pero baldío, de la primera mitad. Salió Beñat y fue un personaje evanescente. De Aduriz supimos por los pitos que sonaron cada vez que tocó el balón, y fueron pocos (o sea, apenas tocó el balón). Recordando al inefable Caparrós, ya pasó la cita con el dentista. Ahora es cuando viene lo mejor. Yeray ha vuelto. Luminoso, tan optimista, y con esa ilusión...