EL último día de 2016 nos preguntaba ETB a un grupo de periodistas qué noticias creíamos que iban a estar presentes en el año que acaba de comenzar. Me tocó señalar por dónde iba a ir la política vasca y quise destacar tres asuntos que aquí rescato con alguna explicación añadida.
Educación. Los resultados del informe PISA 2015, los malos resultados, provocaron que siquiera de manera efímera la educación estuviera en el centro del debate durante unos días. Incluso, hubo reuniones de urgencia. Está bien, pero este año debe ser el de profundizar en el análisis de nuestro sistema educativo para reorientarlo hacia una mejora constante.
Supongo que la comparecencia de la consejera Uriarte ante la comisión correspondiente del Parlamento para explicar sus planes durante la presente legislatura dará paso a un debate necesario, profundo y que permanezca en el tiempo. Logrado el objetivo de la equidad y con muy buenos resultados en cuanto a la tasa de abandono escolar o la empleabilidad tras la Formación Profesional, habrá que pensar en qué hacemos por la excelencia y cómo mejoramos aptitudes y conocimientos de nuestro alumnado.
Paz y convivencia. El reto será incluir en un gran consenso a los que todavía se resisten a admitir que la misma vulneración de derechos humanos requiere la misma reparación. Aún no están todos. De la misma manera que no todos son capaces de decir que asesinar en nombre de ideas es una barbaridad, tanta como lo fue antes y lo será en el futuro.
Luego está el final de ETA que está resultando bastante desastroso. Veremos si el revulsivo que ha supuesto el desaguisado de Iparralde abre nuevas vías prácticas y eficaces para un desarme y una disolución de ETA. Con ella, la cuestión del acercamiento de presos y el respeto a los derechos que les asisten (con o sin disolución, aunque con ella desde luego que será más fácil) también podría encarrilarse. No soy muy optimista, porque el Gobierno español está muy cómodo incumpliendo su propia ley.
Autogobierno. Doble tarea en este campo. Por un lado, a corto plazo, recuperar las competencias laminadas durante los cuatro años de mayoría absoluta de Rajoy mediante decretos y leyes orgánicas invasivas. Por otro, ir sentando las bases de un acuerdo que alumbre un nuevo texto estatutario en el que se conciten las voluntades de quienes ya estuvieron en el de Gernika y el de quienes lo denostaron. No es sencillo, pero nos jugamos mucho.
Actualizar el autogobierno y ampliarlo no tiene que ver con cuestiones románticas, que tampoco son desdeñables, sino con el bienestar de nuestra sociedad. Más recursos mejor invertidos para seguir produciendo riqueza que sea redistribuida de forma justa. Ahí está la clave para evitar que esta ola de populismo de tinte racista que recorre Europa y empieza a apuntar en Euskadi no se extienda.