El drama de la actual oleada de fugitivos de las guerras y el hambre es conmovedor, pero la desidia y los abusos que lo acompaña resultan sobrecogedores. Porque esta miseria humana va arropada por una piratería oportunista, unas incompetencias administrativas locales y una indolencia política de la Europa rica.

Lo más fácil de entender -que no de admitir- es el abuso de los traficantes de hombres en el Mediterráneo Oriental. Con un promedio de más de 2.500 fugitivos al mes, que llegan desde Turquía a las islas griegas del Egeo, pagando un mínimo de mil euros por persona, el negocio es demasiado pingüe y fácil como para no generar toda una mafia de “transportistas”.

Es un volumen de negocio de dos millones y medio de euros mensuales en unas naciones con un PIB inferior a los 26.000 euros por cabeza. Tampoco cuesta mucho entender la incompetencia administrativa de griegos y turcos. Con ese volumen de negocio siempre se encuentran policías y guardias fronterizos corruptos que no impiden el tráfico humano. Existe también el problema estructural griego. Atenas tiene sólo seis oficinas para entender en la materia, con una capacidad máxima de resolución de 200 expedientes mensuales. El atasco administrativo se incrementa enormemente porque todos los fugitivos reclaman asilo político nada más pisar suelo griego, con la resaca jurídica de recursos contra la eventual denegación y la fijación de citas para el estudio de cada caso (como lo exigen las normas), que se hace por internet/Skype? y ¡qué está siempre colapsado a causa del volumen de solicitudes !

Lo más difícil de entender de ese trípode del drama migratorio es la indolencia de las autoridades comunitarias. Porque desde el acuerdo de la UE con Ankara del pasado mes de marzo, todos los fugitivos -en su inmensa mayoría, sirios, iraquíes, afganos y pakistaníes- rechazados por Grecia han de volver a Turquía como “tercera nación más segura”, es decir, dónde la supervivencia de los refugiados no corre peligro. Pero, mientras con los sirios no hay problema alguno, las autoridades comunitarias consideran que para afganos, iraquíes y pakistaníes Turquía no es “tercer estado seguro”. Y, porqué es esto así no lo ha dicho Bruselas hasta el día de hoy, ni siquiera en respuesta a las indagaciones turcas.

Evidentemente, no es fácil explicar esto, aunque sí lo es sospechar (con grandes probabilidades de equivocación) los porqués. Una sospecha sería es que la rica Europa cierra así, de hecho, el alud de muertos de hambre, ya que todos los fugitivos que han llegado a Grecia lo hacen esperando poder seguir viaje hacia Alemania, países escandinavos, Francia y Gran Bretaña. Y, no definiendo los parámetros del problema, este se aplaza ad calendas grecas, es decir, hasta nunca jamás?