SI el SPD no cambia radicalmente su ideología, estilo y postura a nivel nacional, a medio plazo dejará de serle útil al país” ha escrito el jefe de la fracción parlamentaria socialista -Raed Saleh, un berlinés hijo de inmigrantes jordanos- en el Senado (Parlamento) de Berlín.
La crítica de Saleh a su partido se produce una semana después de que este ganase las elecciones estatales con el peor resultado (21,6%) obtenido desde la creación de la República Federal y tiene, evidentemente connotaciones muy locales. Pero la cuestión de fondo planteada por Saleh es agudísima y válida en todo el mundo demócrata, desde Gran Bretaña hasta los EE.UU. sin excluir la Europa postcomunista y el mundo mediterráneo con sus recurrentes crisis de inmoralidad gubernamental.
Y esto es alarmante porque se trata de un enorme ámbito humano que constata con desasosiego que la gran opción política del sector más amplio de la sociedad -los económicamente más débiles- está perdiendo su carácter social para degenerar cada vez más en uno de los tantos aparatos del Estado.
No hace falta decir que la crisis socialista viene de lejos y no afecta tan solo a esta opción política. El mundo de posguerra ha variado profundamente y en todos los países son legión los protagonistas políticos del siglo pasado que han pedido el tren y hoy en día son poco más que gloriosos recuerdos. Pero la crisis es mucho más llamativa en el campo socialista porque sus ambiciones morales eran posiblemente las mayores y porque desde un principio se erigió en uno de los protagonistas de todos los sistemas políticos bipartidistas, dejando así en la cuneta a los liberales, líderes de la apuesta elitista desde el siglo XIX.
Tampoco hay que olvidar que todo es relativo y que en el mismo Berlín las elecciones estatales del 18 de septiembre último resultaron aún más frustrantes para los cristianodemócratas alemanes (CDU), quienes no obtuvieron más que el 17,6%....¡ lo que no les impidió erigirse en el 2º partido más votado de la capital alemana!
Una mirada a todo el espectro político del mundo actual inquieta sobremanera porque no se trata del fracaso de un equipo de Gobierno concreto o de una ideología determinada, sino del fiasco de la inmensa mayoría de los hombres y mujeres que pretenden llevarnos a un futuro pacífico y soportable. Y quizá la inquietud resulte aún mayor si se recuerda que la humanidad en su conjunto no dispuso nunca de tantos recursos materiales, científicos y técnicos como ahora.