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El problema del amigo

El compromiso de Rajoy no pasa de intentar la investidura, sin asegurarlo, y todos proyectan en otros su incapacidad

HACE un tiempo que decanta todo esto hacia un mal guión de serie B. La escena de ayer en las consultas con Felipe VI tuvo mucho de eso. Fueron pasando actores que reproducían la misma gastada escena del sainete en el que el azorado protagonista revela al médico sus preocupaciones en tercera persona con el latiguillo: “verá doctor, tengo un amigo que tiene un problema”. Y luego soltaba la suyo.

Ayer lo hizo Pedro Sánchez, que argumentaba que no hay alternativa a Mariano Rajoy porque Pablo Iglesias no quiere. Antes, el aludido salía diciendo que no podía haberla porque el proceso catalán no lo facilita. Y antes aún, Albert Rivera sostenía que los demás tienen que hacer lo que él: abstenerse para que salga Rajoy.

Luego están las variaciones del diagnóstico del problema del amigo. Porque Iglesias dice que no puede haber pacto alternativo ¡porque no ve a los nacionalistas como socios factibles! Y Sánchez sostiene que precisamente los nacionalistas deberían ayudar al PP a gobernar. Ese eslogan socialista de las afinidades que los hechos sitúan en su propio vínculo con el PP más que en cualquiera de ellos con terceros. Ahí están para acreditarlo los sucesivos pactos antiterroristas -primero contra ETA y luego contra el yihadismo-, que se guisaron y comieron mano a mano. O la reforma constitucional para elevar a los altares el pago de la deuda y la contención del déficit, aunque no ha servido para reducir la primera ni el segundo y sí para recortar servicios. Por no hablar de la satisfacción con la que compartieron portazos y cepillados a las decisiones de los parlamentos vasco y catalán en el pasado.

¿Hasta cuándo la broma? Cabría pensar que queda menos una vez que Mariano Rajoy parece haber decidido empezar a hacer algo. Pero incluso esto hay que tomarlo con humor. El presidente en funciones lleva desde diciembre pasado ocupando de prestado La Moncloa y sólo ahora, siete meses después de las primeras elecciones que dejaron claro que tendría que bajarse del pedestal para lograr acuerdos, anuncia que va a negociar con Ciudadanos y PSOE para que favorezcan su investidura. Que, si no sale, perece que también va a ser culpa de otros, doctor, porque en su rueda de prensa el mensaje de Rajoy a los ciudadanos fue: “no depende exclusivamente de mí”.

Así que lo que ayer ocurrió en realidad fue que, después de estos meses a remojo, el presidente del PP nos anunció que va a poner la investidura a macerar unas semanas más. Porque, si después de ese tiempo no es capaz de conseguir que el filete quede bien marinado, la velada amenaza es que nos lo tengamos que tragar los ciudadanos en otoño en otra convocatoria electoral que nadie quiere pero nadie parece dispuesto a evitar.

Doctor, ¿tiene algo para el dolor de estómago de mi amigo?