La hoja de ruta, la que sea
Cada uno con su idiosincrasia imagina al escucharlo una sucesión de pasos progresivos a ser posible hacia adelante; en Catalunya significa independencia
FIGURA evocadora que trae al imaginario de quien quiera imaginárselo aquello de una sucesión de pasos progresivos (a ser posible hacia adelante), un timing organizado con el que el colectivo se ve ubicado. Preparados, listos, ¡ya!
Cada uno con su idiosincrasia escucha mencionar la hoja de ruta y visualiza un proceso de paz largo, duro y difícil; un recuperar la tasa de ocupación y empleo; un rebasar la cifra récord de turismo; un redoblar el porcentaje de inversión en I+D+i para colocar el país en niveles de competitividad que nos permitan tratarnos de tú a tú con los vecinos, propios y asiáticos; un mirar por recuperar el nivel de ingresos unipersonal que un día nos hizo soñar en europeo, como si el euro y el Brexit (¡ay!) no fueran a salir rana nunca.
En Catalunya, hoja de ruta es independencia. Con sorry o sin él, perdó, que me apura el asunto. Cuanto antes es la coletilla de rigor que ampara la imprecisión del empeño. Pero se les otea bastante empeñados, se pongan como se pongan los del imperio de la ley y el respeto a las reglas del juego democrático, etcétera. Casi tan empecinados como el voto mayoritario que convirtió en ley el decreto de reforma laboral, pese al tono dramático con que en 2012 todo lo que no llevara la sigla PP y CiU renegó de una mayoría inexorable que, ahí sí y con todas las de la ley, pudo tumbar el modelo de relaciones laborales peninsular. A Catalunya, como evidencia social le daríamos entre un notable alto y un sobresaliente, así, sin ponernos de perfil ni mirar hacia otro lado. Habrá quien, agorero, calcule por qué lado libre de la garganta va a pasar la moción de confianza de Carles Puigdemont, a dos meses vista. Pero realmente lo más creativo es fijar la vista en el panorama general, que la hoja transfigure en referéndum unilateral con el que salirse de España, lerelerele.
Excelso el repertorio de titulares grandilocuentes y poses generales, aunque no se aprecie que el método sirva para avanzar siquiera un poquito hacia delante, que es de lo que se trata, pero seguramente a nadie se le ocurra mejor manera de hacerle sombra a Goliat. En este caso no sirve el Arrieritos somos?, que sabe Dios cuál podría resultar camino democrático correcto y apropiado. Seguramente aún nadie se lo ha inventado, aunque todos sepamos que más bien tiene forma de urna, cuadrada y transparente, como las que se usan en democracia y libertad, sin ira, libertad.