Sin Biurrun todo es más difícil
Podemos -¿y qué dirá Unidos?- elegirá candidato entre dos aspirantes con las heridas aún abiertas de las primarias
eN Podemos Euskadi, hay ganas de revancha interna pero en la calle nadie lo nota. Son inmunes en las urnas a las secuelas de sus peleas. Ya lo demostraron en el examen de generales de diciembre cuando su dirección abandonó el barco, harta de que Madrid no les dejara respirar su propio aire. Pero desafiaron a la lógica tradicional y se permitieron el lujo de poner el mojón sobre el que han alimentado su condición de primera fuerza en Euskadi. Ante similar polvareda dentro de la casa, cualquier partido de la casta o no todavía estaría recogiendo los pedazos de su ruptura. Ventajas de los movimientos sociopolíticos de nuevo cuño, avalados por ese estado de gracia que les otorga, siquiera temporalmente, su bien estructurada proclama de lucha contra los excesos de un sistema abrasado.
Al calor de los éxitos electorales, la amalgama de sensibilidades se ha ido apoderando de la constitución de Podemos en paralelo a una vertiginosa espiral de crecimiento que augura marejadas. La llegada al poder real y las favorables expectativas que se dibujan en el horizonte han abierto el apetito hasta el extremo de forzar posiciones encontradas que se visualizan en candidaturas diferentes. Les ocurre ahora, a tres meses de las autonómicas, sin haberse curado las heridas de aquellas desgarradas acusaciones libradas en las enrarecidas primarias al Consejo Ciudadano, al cuadro de mando del auténtico aparato. Ha bastado que Garbiñe Biurrun, la candidata más deseada por Podemos y más temida por el resto de partidos, eludiera aventurarse en el duro mundo de la política real sin demasiadas garantías personales, económicas y sociales para que vuelvan a sonar los truenos en una formación aún bisoña. Quienes perdieron contra los designios de Madrid vuelven a abrir otro frente, otro motivo de discordia. Hartos de que la dirección siga estrellándose a la búsqueda de un candidato tras el mazazo sicológico que supuso la negativa de Biurrun, el movimiento Kaliangora suelta el órdago de una opción propia a las primarias para elegir el candidato a lehendakari. El médico Juan Luis Uria irrumpe como alternativa a la espera de que la dirección responda con una candidata ya elegida, adornada de perfil social y después de soportar sonoros rechazos, los dos últimos procedentes de un colectivo pacifista. Uria es retratado por su entorno y trayectoria como un candidato propicio al consenso, pero no encaja con el retrato que esbozan Eduardo Maura y Nagua Alba. Es decir, que se asoman las inmediatas primarias a las que concurren sectores todavía demasiado distantes. Tampoco habría que descartar otra candidatura, desde luego minoritaria, concebida para disponer de los minutos mediáticos de gloria. Pero todo será resuelto con rapidez porque el 1 de agosto habrá candidato de Podemos. Ezker Anitza queda a la espera de conocer quién encabezará esta lista, a la que desea fervientemente ser invitada aunque sea como convidado de piedra y, sobre todo, expectante para que le vuelva a tocar el premio del 26-J. Fuera y solo se nota mucho más el frío.