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El canal de Soria

El dimitido ministro, que tuvo sus muchas sombras en Canarias, ha sido un baluarte para Rajoy, que debería ya dar un paso atrás y retirarse a un paraíso... terrenal

CINCO días, cinco, le ha durado al hasta ayer ministro José Manuel Soria su sarta de mentiras sobre la aparición de su nombre en sociedades radicadas en paraísos fiscales desveladas en los papeles de Panamá. Empezó con la negación absoluta -“es mentira”-, pasó por las excusas baratas como burda maniobra de encubrimiento y ha terminado rindiéndose a la evidencia y presentando su renuncia. Eso sí, muy al estilo PP. Bárcenas dimitió en diferido. Ana Mato, a regañadientes y aferrándose a su cartera y, gracias a la puerta giratoria de Génova, vuelve a trabajar en el PP. Lo de Ruiz Gallardón -el único del Gobierno de Rajoy que no se ha ido por corrupción o irregularidades- fue un aborto, una interrupción voluntaria de la gestación de un engendro que, por suerte para él, le salvó de la quema. Y Soria abandona offshore, de manera opaca, sumido en las sombras y en el abandono de los suyos. Roma puede pagar a muchos traidores, pero no sostener a los pillados infraganti.

El hasta ahora ministro de Industria, Energía y Turismo -nefasto, por otra parte- asegura que toma su decisión “a la luz de la sucesión de los errores cometidos a lo largo de los últimos días, en relación a mis explicaciones”, lo que viene a significar que no renuncia por tener sociedades opacas fuera del alcance del fisco español sino por haberse confundido al explicarlo. Errores de comunicación, que se dice. Peor me lo pone. Quien mejor lo ha explicado ha sido su excolega Montoro: “No se puede estar en el Gobierno y en paraísos fiscales”. En realidad, sí se puede -vaya si se puede-, pero no se debe. Y no solo si se está en el Gobierno.

José Manuel Soria ha sido uno de los grandes baluartes de Rajoy, el canal -ya que hablamos de Panamá- que conectaba sus principios éticos -cualesquiera que sean- con su acción y su actitud política, y todo pese a que el político canario siempre ha estado surfeando en la irregularidad y la presunta corrupción desde sus tiempos de, primero, alcalde de Las Palmas de Gran Canaria y luego, presidente insular. El líder del PP siempre le ha puesto como ejemplo de la injusticia que se comete cuando se destituye a un político por estar imputado -como lo fue Soria- y luego la acusación queda en nada, aunque obvia los motivos de ese desistimiento, que en el caso del exministro fue la mera prescripción. Ahora, ya tiene la prueba de su inconsciencia.

Rajoy, en cualquier caso, tiene ya a dos ministros cesados por acusaciones de corrupción, a los que se suman los numerosos casos que le estallan en el partido semana sí, semana también. Y los que están por venir. Debería ser suficiente -la gota que colma el vaso- para dar un paso atrás, olvidarse de repetir incluso como candidato, dejar paso a otro u otra que abra una regeneración real en el PP -si eso es posible- y retirarse a un paraíso... terrenal. Debería ser, también, suficiente para que el resto de partidos asuman de verdad su responsabilidad y manden la era Rajoy, la era PP, a su lugar en la historia.