TIENE toda la razón Mariano Rajoy: esto no es serio. Él se lo dijo ayer a los responsables del programa de radio que se la colaron al presidente en funciones y presunto vencedor de las elecciones, que le engañaron con un vulgar imitador del president de Catalunya, Carles Puigdemont. Eso, evidentemente, no es serio. Las obviedades de Rajoy no dejan de asombrar. Pero hay otras cosas que suenan a broma pero que son graves.

El caso es que la bromita del falso president -así, en catalá, le llama Rajoy al inicio de la conversación: se ve que, como buen discípulo de Aznar, también lo habla en la intimidad- ha desvelado lo que todos sabíamos, que el líder del PP está solo. Completamente solo. “Yo tengo la agenda muy libre”, le dice al falso Puigdemont, demostrando así que el comandante de la nave España no tiene quién le escriba un mísero whatsapp -y eso que ya son gratis- para quedar a tomar un café y hablar de las cosas de comer.

Que nadie quiere a Rajoy ya lo sabíamos por activa y por pasiva. Y él lo tiene asumido, porque reconoce durante la conversación -que no es falsa, aunque su interlocutor sí- que no tiene ni idea de “cómo va a quedar este asunto” (de la investidura) ni “si hay investidura o si no la hay”.

Así que el candidato del PP se debate entre presentarse ante el Congreso para que le humillen aún más que el falso president o dar un paso atrás. A no ser que el verdadero Puigdemont le explique cómo es la maniobra esa de “dar un paso al lado” que protagonizó Artur Mas y cómo se hace eso de conseguir “mediante la negociación lo que no nos han dado las urnas”. Que, dadas las circunstancias, tampoco es descartable.

La cuestión es que con Rajoy y su agenda tan libre que es incapaz de tomar la iniciativa, se podría abrir la opción por la que suspira Pedro Sánchez de un gobierno progresista, que alguien ya ha bautizado como el pacto Frankenstein, por los remiendos tan dispares que precisa. Y, por si acaso la cosa pudiera cuajar -algo muy díficil ya de por sí-, ha empezado la guerra sucia, esa que nunca falta porque las cloacas del Estado siempre están ahí, dispuestas a intervenir como el caballero Bertrand Du Guesclin: “Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor”, aunque fuera un bastardo. En este caso, no andará muy lejos el ángel de la guarda de algún ministro que se hace el ofendido.

Ha sido Antena 3 la primera en ejercer el papel de la cola del hipopótamo, esparcir la mierda, en forma de una presunta exclusiva para relacionar a Podemos, la CUP, ETA y Venezuela, el eje del mal. Todo, a cuenta de un viaje ciertamente extraño realizado con un motivo en principio nada clandestino, aunque, eso sí, con todos los honores bolivarianos y pagado por los ciudadanos y ciudadanas venezolanos, a los que, al parecer, les sobraba la pasta. Por cierto, que las representantes de Podemos y de la CUP son miembros de estos partidos, pero el presentado como “el suegro del jefe de ETA” no es otro que Iñaki Gil de San Vicente, conocidísimo y prolífico ideólogo marxista vasco, a la izquierda de la izquierda de ETA y, si me apuran, del mismísimo Hugo Chávez.

Como estaba previsto en el guion y era la intención última, se armó la marimorena y hasta algún periodista de la caverna lamentó no llevar una lupara -es decir, una escopeta de cañones recortados- para dispararles a los líderes podemitas. Pero el verdadero objetivo es disparar contra Sánchez y frustrar cualquier acercamiento.

El líder socialista, acorralado también por sus barones antiPodemos, habrá tomado nota y puede intuir por dónde irán los tiros -casi literales- en caso de que busque y encuentre la alianza progresista que le haría presidente. Si un día de estos le llama Puigdemont, desconfiará. Si lo hace Pablo Iglesias, aún más. Si es Susana Díaz, le entrará el sudor frío. Pensará lo mismo que dijeron los presentadores de Antena 3 instantes antes de emitir la exclusiva: “Nos van a dar pero bien”.