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Principio de realidad

Este cambio de estrategia pone cordura a un sinsentido que se traducía en la renuncia a beneficios penitenciarios

DECÍA Pernando Barrena al día siguiente de acordar la condena y la libertad que daba por cerrado el caso de la redada de Segura que ellos había sido los primeros sorprendidos por la propuesta de acuerdo de la Fiscalía. Según él, admitieron los hechos (reuniones y demás) y el resto (la descripción del delito de “integración en organización terrorista” o la “reparación a las víctimas por el daño que se les ha causado”) fue cosa de la Fiscalía. En fin, démoslo por bueno; por la paz un avemaría; o en versión laica, aceptemos pulpo como animal de compañía. Ahí quedan las firmas de los condenados, la Fiscalía y las acusaciones a pie de texto.

El objetivo, como explicó también Barrena a las puertas de la sala, era que ninguno ingresara en prisión. Y eso se entiende mucho mejor porque es de una lógica aplastante. Entre entrar a la cárcel o no hacerlo, parece que hay poca duda. Pero no siempre fue así en la tradición penitenciaria de los condenados por estos delitos y menos aún entre mejorar la situación carcelaria y no hacerlo. Ha habido un cambio de estrategia; en la de la Fiscalía y las acusaciones tras la rebaja de penas del TS en el caso de las herriko tabernas y en la de la izquierda abertzale al aceptarlo.

Es una buena noticia porque pone cordura a un sinsentido que se traducía en la renuncia a beneficios penitenciarios por no admitir precisamente parte de lo que ahora se ha firmado: la reparación a las víctimas por el daño causado. No sé si a eso, y a otras cosas, se refería Rufi Etxeberria cuando habló de “audacia” con los límites del “arrepentimiento y la delación”. Pero si admite que la situación de los presos “no se resolverá en una mesa sino en el desarrollo de la legislación”, ya saben lo que hay: admisión de daño causado y reparación a las víctimas. Es decir, vía Nanclares.

Ese camino es el que apoya la mayoría de la sociedad vasca y conviene aclarar que no estamos hablando de derechos (como el de cumplir condena en prisiones cercanas o la excarcelación de presos enfermos) sino de beneficios a los que todo preso puede optar si así lo desea. El otro, el que alimenta la idea de que los presos solo saldrán si hay una amnistía, es una utopía minoritaria y abocada al fracaso. Como la de conseguir mediante las armas la independencia de Euskadi.

La derivada política de este viaje al realismo por el que transita la izquierda abertzale debería encontrar receptividad en el resto de grupos políticos. Porque hasta las acusaciones populares que representan a determinadas víctimas han asumido ese principio de realidad. No ya que se retomen las conversaciones entre PNV y EH Bildu en la Ponencia de Paz, sino que retorne el PSE que nunca explicó de modo convincente su marcha, que Podemos sume tras las elecciones de octubre y, a buen seguro, el Partido Popular modulará sus actuales posiciones.