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De “traidores” a “modelo”

Treinta años tarde, la izquierda abertzale ha pasado de estigmatizar a los presos “arrepentidos” y vetar su reinserción a firmar un pacto con el “enemigo”

EN su libro El hijo de Juanita Gerrikabeitia, el histórico dirigente de HB Jon Idigoras, de incuestionable predicamento en ese mundo incluso hoy en día, escribe sobre la “enfermiza obsesión” del Gobierno español -de Felipe González- por “romper la resistencia de la izquierda aber-tzale” por medio de la dispersión de presos y las medidas de reinserción, destinadas, en su opinión, a que “los psicológicamente más débiles pudieran ser utilizados como esquiroles contra sus propios compañeros”. Idigoras describe muy sucintamente el plan del Ejecutivo socialista: “Los presos que se acogieran a estas medidas debían renunciar a las vías violentas y aceptar el actual marco constitucional”. Punto. Seguidamente, hace un paralelismo con el proceso llevado a cabo por el ministro Rosón y Juan Mari Bandrés “para liquidar y reinsertar a los poli-milis”. Pero aquel plan fracasó, según cuenta Txikito de Amorebieta, “porque, en primer lugar, en la izquierda abertzale, afortunadamente, no existía ningún Bandrés ni ninguna EE capaces de semejante traición; en segundo lugar, exceptuando unas pocas individualidades que, derrotadas psicológicamente, aceptaron la reinserción, prácticamente la totalidad del colectivo de prisioneros políticos prefirieron afrontar la tremenda represión en las cárceles antes que aceptar cualquier medida de-gradante e indigna, como era la reinserción”.

Obsérvese la terminología de Idigoras: débiles, derrotados, liquidar, traición, degradante, indigno. Todo ello por renunciar a las vías violentas y aceptar la legalidad. Han pasado treinta años. Decenas de miles de días de cárcel. Sufrimiento a raudales. Los presos de ETA tenían prohibido no ya acogerse a la reinserción, sino siquiera solicitar cambios de grado, permisos, beneficios penitenciarios. Quienes, pese a todo, se atrevían, lo hacían a escondidas y sufrían el insulto y la amenaza: traidor arrepentido.

El escenario, en efecto, ha cambiado 30 años después aunque para decenas de presos sigue siendo el mismo: un muro de la prisión. La estrategia de la izquierda abertzale es justamente la contraria a la que se llevaba hasta ahora: pide expresamente a los presos que se acojan a la legalidad y hasta sus dirigentes tragan con la acusación y firman de su puño y letra que actuaron bajo las órdenes de ETA -desdiciéndose no solo a ellos mismos, sino a todos los que han/hemos negado la teoría del todo es ETA-, renuncian a la violencia y piden la reparación de “las víctimas del terrorismo” por el daño y el sufrimiento causado. Un pacto de capitulación firmado con “el enemigo” (Fiscalía y la AVT) que ríase usted del de Santoña. Todo ello, para evitar ir a la cárcel y “volver libres a Euskal Herria”. Es la “liquidación” -¡ay, los liquis!- del frente de makos. Hace treinta años serían expulsados, tachados de arrepentidos y traidores y se arriesgarían al matarile. Hemos mejorado.

Pernando Barrena dijo ayer que su paso es el “modelo” a seguir. Ojalá, pero a ver qué dicen los que llevan lustros de cárcel y se creyeron aquello de antes muertos que rendidos.