DESDE la más tierna infancia, los números son la vara de medir. Todo se calcula o se calibra, se pesa, se mide, se tasa o se evalúa; se precia o se devalúa; se alargan los metros que miden cien centímetros y se recortan las pérdidas, qué sé yo. Uno dice en voz alta estos son los números y parece hablar por boca de Dios, una verdad irrefutable. Es cierto que las cifras no mienten, pero los mentirosos también usan cifras, no conviene olvidarlo. Al fin, entramos en barrena y acabamos en la eterna discusión de taberna: quién la tiene... Se diría, por tanto, que las matemáticas son el alfabeto de nuestro tiempo y que con números se puede demostrar cualquier cosa: la verdad y lo contrario. Y, sin embargo, ¿qué otra herramienta tenemos para calcular? No veo competencia.
Miramos ahora al BEC y sus balances y hemos de dar por cierto que ha frenado el bamboleo que le llevó a la cuerda floja hace no tanto. El año que marcó el inicio de la recuperación han titulado el informe. Y dan ganas de descorchar un buen champán. Se cuentan los días de ocupación y los beneficios de la gran feria de muestras, el número de empleos que se crean en su nombre y los impuestos con los que riegan las tierras de Hacienda las actividades allí desatadas. No hay un pero que ponerle, ni un decimal que corregir en los libros de cuentas, ni un tanto por cierto que restarle a su paso al frente. Visto con las gafas de la realidad que nos juzga no faltan razones para levantar los pulgares. ¡Eureka! Han encontrado la fórmula de la recuperación.
Pero los números debieran emplearse solo en los grandes proyectos. ¿A qué precio se besa?, por ejemplo. No por nada, Pío Baroja nos recordó que solo los tontos tienen muchas amistades. El mayor número de amigos marca el grado máximo en el dinamómetro de la estupidez. También podemos prestar atención a Jacinto Benavente cuando recuerda que algunos escritores aumentan el número de lectores y otros solo el número de libros. Y recordar, junto a Lord Byron, que no hay cosa más incierta que el numero de años de las señoras que se dicen de cierta edad.