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La ronda con el bote

Montoro ha pagado la ronda con el bote: se arroga el mérito de dar a Catalunya los 3.034 millones que le corresponden

FERRER firmaba en la edición de ayer de El Periódico una viñeta en la que aparecía Montoro disertando ante un grupo de farmacéuticos catalanes a los que animaba a rechazar “intermediarios inútiles” y recordaba que él les garantizaba que iban a cobrar lo adeudado. A lo que uno de esos farmacéuticos respondía: “Gracias con ser tan generoso con nuestros impuestos”.

Refleja el dibujante la paradoja que supone que alguien se arrogue el mérito de darte lo que te corresponde. Porque al margen de la buena, mala o pésima gestión económica del Ejecutivo catalán, esos 3.034 millones de euros de financiación extra que ha decidido librar Montoro salen también de los impuestos que, entre otros, han cotizado los titulares de las farmacias catalanas. Es decir, que Montoro paga la ronda con el bote.

El argumento del Gobierno español para negarse a abonar esa cantidad -que debe ser, no olvidemos, devuelta al Estado aunque en condiciones favorables- era estrictamente político y nada tenía que ver con criterios técnicos. Montoro quería que el Govern cambiara las prioridades del gasto que iba a realizar con ese dinero. Y el Govern hacía valer su autogobierno para decidir cómo lo empleaba. Pero si no había dudas de que tenía derecho a acogerse a este mecanismo ¡a qué viene el lío! A la cercanía electoral.

Montoro ha usado la Hacienda, como lo viene haciendo en esta legislatura, para amenazar a rivales políticos -muy al estilo mafioso- y de paso para hacer ver a su electorado que el Gobierno del PP los tiene bien puestos. Es curioso: Rajoy no está, Soraya se apunta a política líquida y Cristóbal marca paquete. Todos los flancos cubiertos.

Al fondo de esta disputa sobre el FLA está el origen del laberinto catalán: la financiación del autogobierno. El independentismo se dispara básicamente por dos motivos que van unidos: la decisión del “cepillado” en dos fases del texto del nuevo Estatut que impulsó el Parlamento catalán -en el Congreso primero y el TC después- y entre las materias sustraídas a aquel texto, la de una Hacienda propia. Si a eso añadimos una lista permanente de agravios, de impedimentos para canalizar las aspiraciones del catalanismo y el desprecio del unionismo a esas reivindicaciones, el resultado es este panorama político efervescente pero atascado.

Atascado porque los sumandos de esta operación no dan un resultado sencillo: CDC sumida en una grave crisis de identidad y acechada por la corrupción; la CUP jugando a debilitar a quien tiene la facultad de elegir president y el resto, pendiente de unos resultados electorales españoles y no catalanes. Por si fuera poco, el TC corre a anular una declaración sin efecto en pleno periodo electoral y la CUP alarga la agonía institucional catalán.

Se lamenta el PP -también el PSOE y por supuesto Ciudadanos- de que Mas dependa de la CUP para ser nuevamente president. Al mismo tiempo, ha sido ese tridente el que ha abocado a Catalunya al atasco político en el que está metido. ¿Podría haberlo hecho Artur Mas de otra manera? Posiblemente. ¿Se han mostrado el PSOE de Zapatero entonces o el PP de Rajoy más tarde dispuestos a otra salida negociada? No.