Catalunya en el callejón
Hay cansancio en Barcelona y falta diálogo desde España
DÍA de tensa tregua en Catalunya y día de ofensiva en Madrid. En Barcelona, siguen las negociaciones para desatascar la elección del president (sin resultados cuando escribo estas líneas), que es tanto como evitar que el proceso independentista descarrile. En Madrid, todo va sobre lo previsto con el recurso al Tribunal Constitucional. Por ser previsible, hasta se podría adelantar la decisión del TC tras la paralización cautelar de ayer. Esto de que se sepa lo que va a decidir es un clásico de la democracia española que pone de manifiesto una de sus más evidentes carencias: la independencia judicial. Pero eso es otro asunto que nos desvía de la inmediata actualidad porque, en el caso que hoy nos ocupa, ni los promotores de la declaración discuten su ilegalidad a la luz de la Constitución.
Lo inmediato es que Catalunya está en un callejón donde está por ver si hay salida. Alguna salida siempre hay, por supuesto, pero no necesariamente respetuosa con la voluntad de la mayoría de la ciudadanía. Lo que no está claro es si a Catalunya le han ido llevando hacia allí de manera irremediable y sin alternativa alguna o, por el contrario, ha sido un error de cálculo de Artur Mas y quienes le han acompañado y jaleado en este intento independentista que, por otra parte, es legítimo y democrático. Mas llega a esta investidura agotado. No física ni mentalmente, no. Me refiero a que el trayecto hasta aquí ha sido tan tortuoso, tantos los portazos, tantos los desaires, que insistir en pegarse contra un muro cansa. Y que para saltar el muro dependas de la pértiga de quien te niega tu mejor posición para ser otra vez presidente, no es el mejor revulsivo frente a ese cansancio. Leo los editoriales de la prensa catalana más afecta al independentismo y destila eso, cansancio y cierta desesperación: vienen a decir Ara y El Punt Avui que el soberanismo se está pegando un tiro en el pie. Me decía el otro día un colega que una salida al atasco sería buscar otro president y rescatar la figura de Conseller en Cap para Artur Mas. Es la misma que ocupó Carod Rovira antes de que se supiera que se reunió con ETA en Perpignan. No sé cómo de madura está esa opción, pero me cuesta imaginar a Mas en un Govern que no presida. Pero, de momento, la CUP no le compró ayer la oferta de triple vicepresidencia.
Con tantas dificultades en Catalunya, la puesta en escena española es una impostura. Esas fotos del despacho de Rajoy con Felipe VI puede que ayuden a Rajoy a mejorar expectativas de voto o den una posición al monarca de intervención política que no le corresponde; pero sobre todo, dan una pista de que el diálogo político para solucionar el problema nacional catalán (y el vasco) nunca ha sido contemplado. Con la fuerza de la ley española, le basta para abordar un problema que no es de naturaleza legal sino política.
Hace cuatro años parecía que la dirigencia española se lo tomaba todo a chufla. De aquel pasotismo viene hoy el callejón catalán. Un callejón que tampoco es bueno para España, abocada a abordar el problema que supone tener a millones de ciudadanos que no se identifican con ese Estado.
El tiempo aceleró la masa crítica independentista, hizo crecer las demandas soberanas hasta llegar a donde estamos hoy: un empate técnico entre quienes abiertamente proclaman la independencia y quienes la rechazan. Que cualquiera de los dos sectores, uno apoyado en la actual legalidad española y el otro en la mayoría absoluta del Parlament, trate de imponer su modelo político está abocado al fracaso. Sólo la negociación y la consulta devolverán la tranquilidad a la convulsa situación catalana.