DEBE ser que cuando se alcanza la condición de riquísimo y famosísimos una parte del cerebro se amembrilla, pues no se explica de otra forma la irrupción de varios futbolistas del Barça, en plan niñato soplagaitas, en la sala de prensa de Getafe disfrazados de monstruitos para festejar Halloween, un evento como todo el mundo sabe está muy arraigado en la sociedad catalana desde los tiempos de Alfonso V el Magnánimo. En ese momento hablaba Víctor Rodríguez ante los medios de comunicación, y el muchacho se quedó atónito, y luego se marchó indignado, entendiendo lo que los demás hemos entendido. Aquello era una falta de respeto hacia el rival modesto y derrotado, y de arrogancia extrema por parte de ese puñado de futbolistas riquísimos y famosísimos, pero no tontos del todo, pues interrumpieron a Víctor Rodríguez, futbolista del Getafe, y no al entrenador Luis Enrique en plena explicación, porque eso sí podía haber tenido incluso gracia. Al día siguiente los monstruitos emitieron un comunicado disculpándose, pero en un tono, como diría, tal que de haberse quedado sorprendidos por la repercusión de su ¿travesura de adolescentes descerebrados?, lo cual no hace sino magnificar la estulticia de los susodichos. Desde luego que la repercusión de la coña Halloween ha adquirido una dimensión universal, dejando en un segundo plano la victoria azulgrana (nada sorprendente) o la génesis y ejecución de los espléndidos goles anotados por Luis Suárez y Neymar, redundando también en el descrédito del club blaugrana. Por si no fuera poco el eco que han causado los escándalos por fraude fiscal que salpican a sus riquísimos jugadores, o las implicaciones judiciales que aprietan a su presidente Bartomeu en el caso Neymar, ahora les da por propalar que también andan sobrados de impertinencia y mala educación.

Sin embargo salté con un respingo de pánico en cuanto vi a Mikel Balenziaga disfrazado de comisario de la brigada Político Social con ese bigotón tan bien plantado. Está que rompe la pana. Echándole imaginación, sin necesidad de recurrir a las infantiloides carátulas de sus colegas del Barça. Se pone además tan serio el hombre y se metió tanto en el papel que para nada extrañó que el pisha Joaquín apenas diera una a derechas. A lo mejor fue por eso que el Betis jugó intimidado, y no a consecuencia del fútbol desplegado por el Athletic en el Benito Villamarín, que salió dispuesto a merendarse al equipo sevillano, convencidos sus jugadores de ser mejores. Si un equipo se define como un estado de ánimo, el Athletic ahora está pletórico. El único reproche que se le puede hacer a la tropa de Ernesto Valverde es la cantidad de ocasiones de gol que fallaron, pero eso mismo implica algo tan magnífico, e inusual hasta hace bien poco, como es la capacidad del colectivo para diseñarlas. Mientras Aduriz se desesperaba porque no podía anotar su gol número cien, y no fue precisamente por falta de oportunidades, Iñaki Williams daba otro paso de gigante, desplegando probablemente el partido más completo desde que dio el salto al primer equipo. Si el Betis perdió fue porque tuvo enfrente a un rival superior. Tampoco Balenziaga iba en plan Halloween, y con su bigotazo simplemente se adhiere a la campaña Movember, que durante este mes trata de llamar la atención y concienciar a los hombres para que tomen medidas para prevenir diversos tipos de cáncer o con problemas de depresión. Y a fe que ha llamado la atención, como el año pasado lo hizo Iturraspe con su bigotín. Y, curiosamente, aquel mes también fue excelente.