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Los frentes cerrados y las costuras abiertas

La declaración que han pactado JxSí y la CUP retrata a los frentes nacionales pero no cierra el pacto de gobernabilidad

EL acuerdo de Junts pel Sí y la CUP presentado ayer constituye una declaración de intenciones de una mayoría parlamentaria que aún no tiene un Govern al que dirigirse. Es un pronunciamiento de compromiso entre las fuerzas que deben acordar la composición de ese Ejecutivo para dotarlo de estabilidad, pero el hecho de que la declaración preceda a la resolución de este aspecto del proceso -que a fecha de hoy no es menor- da la medida de la dificultad que supone. Ante ella, como está siendo una constante en el proceso soberanista catalán, se responde posponiendo el hecho que les separa -la elección de Artur Mas- y lo sustituye con un cierre de filas frente a los poderes políticos del Estado.

No es una mala solución coyuntural pero, aparte de propiciar la visibilidad del frente nacional catalán y del español -Rajoy/Sánchez/Rivera-, abre una vía de conflicto extramuros sin haber cohesionado la estructura interna. A la respuesta de manual de Mariano Rajoy y la incapacidad de Pedro Sánchez de marcar discurso propio se suma el protagonismo de Albert Rivera, ungido por el presidente español en miembro de pleno derecho del frente. Una variable cuyo recorrido está por ver y su coste para Rajoy, también.

Pero es en la propia Catalunya donde se evidencia que el principal problema postelectoral está por resolver. El pacto está por demostrar su firmeza. Su mayor virtud en este momento, con un Govern en funciones y sin president que deba acoger el mandato parlamentario que deberá salir de la tramitación de esta declaración, debería ser precisamente despejar esa duda y ofrecer estabilidad. Sin embargo, la interpretación que del mismo sigue haciendo la CUP, por boca de su portavoz en el Parlament, Albert Beltrán, es la de que las cesiones las han hecho ellos, desde su minoría imprescindible, y espera correspondencia en forma de la retirada de Artur Mas. Lo que deja las cosas en el mismo callejón; como recordaba también ayer la vicepresidenta del Govern, Neus Munté: Mas debe ser president. De modo que JxSí ha asumido la demanda de desobediencia de la CUP pero no ha asegurado a cambio a Mas la dirección del proceso. Quizá a ERC le preocupe relativamente pero a CDC le tensa las costuras de su estrategia.

Entre lo más previsible del día, la reacción del Gobierno español. A Rajoy, de campaña, le sirve para envolverse en su condición de español por encima de la de estadista, cuya credibilidad es nula como lo es su discurso de que concibe la política como diálogo. Precisamente él. La impugnación jurídica que anuncia no diluye la voluntad que expresa el pacto conocido ayer y carece de efectos prácticos. Es la latente amenaza de suspensión de las instituciones catalanas su único argumento de facto, con lo que implica de fracaso de la política. Eso y Fernández Díaz calificando todo de cortina de humo. Hay que escucharle porque, de eso, sí que sabe el ministro.