EL socio del Athletic tuvo la oportunidad de disfrutar de un plácido fin de semana otoñal liberado por fin del tiránico horario, paseando por ejemplo entre la bucólica hermosura del robledal en tiempo de mudanza sin la angustia futbolística, sabiendo además que terminado el domingo amanece el antipático lunes santificado, pues al anochecer hay partido en San Mamés.
La semana, en realidad, comienza bulliciosa y con la sensación de ser como más corta y llevadera, así que ¡tres hurras por el tío de los horarios!
Por si fuera poco el cuartelillo que el tío en cuestión da al socio e hincha en general, jugar en lunes ofrece perspectiva y un día más de descanso a la tropa rojiblanca, circunstancias que definitivamente pondrán a Ernesto Valverde a resguardo de otro súbito ataque de entrenador a cuenta de las rotaciones. No es broma. Si no espabila y gana al entusiástico Sporting, el Athletic puede terminar la novena jornada en el puesto decimoséptimo, instalado en el furgón de cola, y en vísperas de su asamblea general de socios.
Ayer lo hicieron los del Barça momentos antes de doblegar al recio Eibar con tres goles de Luis Suárez justo cuando cumplía el año de su debut como azulgrana. Desde que se lesionó Messi, el delantero charrúa y Neymar contabilizan todos los goles y a duras penas sostienen al gigante catalán, que sin embargo ya lidera la clasificación codo a codo con el Real Madrid tras una jornada marcadamente reivindicativa. La junta directiva culé quiso aprovechar la coyuntura (asamblea de socios y partido) para reclamar con toda la legitimidad del mundo la libertad de expresión en su estadio, puesta absurdamente en solfa por la UEFA, que sancionó al Barça con sendas multas de 40.000 y 30.000 euros por la exhibición de “pancartas ilícitas”, en referencia a las banderas estelades, algo que lleva ocurriendo desde hace un montón de años en el coliseo azulgrana sin que nadie, y menos la UEFA, que para nada está en condiciones de dar lecciones de ética, se rasgara las vestiduras. Los tiempos políticos han impregnado los futbolísticos dando cancha a la demagogia y permitiendo genuinas perlas sobre la hipocresía. Había que verle a Josep Maria Bartomeu encendido en la asamblea, clamando contra quienes quieren arrebatarles “un derecho básico de la democracia, el derecho de expresión”, dijo. Con un rotundo “¡ya basta!”, el presidente del Barça anunció la voluntad de su junta de llegar hasta “el tribunal de Estrasburgo” para restablecer la justicia vilmente soliviantada por los prebostes de la UEFA, amén de vanagloriarse de cumplir con los objetivos marcados. Eso sí, Bartomeu no pudo llevar a cabo la votación para sancionar la renovación del contrato con Qatar Airways, el patrocinador principal del club, por una cifra cercana a los 60 millones de euros anuales, 25 más que el anterior, porque intentarán sacarles a los rumbosos jeques 70 millones para no ser menos que el Manchester United, pues esa cifra cobra de Chevrolet. Bartomeu, desde luego, se deshizo en elogios hacia la selecta empresa catarí mientras afuera languidecían las voces de una decena de sindicalistas protestando por el trato discriminatorio que Qatar Airways otorga a sus azafatas por la simple condición de haber nacido mujer: marginación laboral, despedido en caso de embarazo o necesidad de permiso empresarial para contraer matrimonio. Bartomeu tampoco dijo nada sobre su imputación en un delito fiscal en el caso Neymar, deslindando claramente churras y merinas. Que una cosa es la sagrada libertad de expresión y otra la pela, contra la que no cabe oponer objeción ni mentar a la ética.