LOS aficionados al baloncesto conocen la expresión porque proviene de la NBA. Los minutos de la basura son aquellos del último cuarto del partido en el que ya todo está decidido pero hay que esperar a que se cumpla el tiempo reglamentario. Los suelen jugar los hombres o mujeres del final del banquillo, aquellos que necesitan minutos tras una lesión o que ejercen de meritorios. Pero todos saben que lo que hagan en ese tiempo no va a cambiar el resultado del encuentro.

Diga lo que diga hoy la todavía presidenta del PP vasco, desde ayer -incluso desde antes- está jugando los minutos de la basura. Su rocambolesca desaparición en la última semana se vio coronada por una convocatoria de la Ejecutiva de los populares en la que ni estuvo ni se la esperaba porque una oculta agenda propia en Madrid impedía a la presidenta ponerse al frente de los suyos. El malestar era evidente y las apelaciones al partido por encima de las personas y a la existencia de relevos abundantes en boca de la secretaria general que la propia Quiroga eligió a despecho del anterior, Iñaki Oyarzábal, y de todo el sector alavés, sonaron a sentencia.

A Quiroga solo le falta anunciar esta mañana que ella ya no sabe si es de los suyos porque, al fin y al cabo, los suyos ya no sabían ayer si seguía siendo su presidenta. Y, si lo sabían, huyeron de los medios de comunicación que, salvo filtración interesada a quien consideren más afín, sabremos esta mañana si asumirá un último servicio a su partido aguantando el tipo hasta la previsible reestructuración postelectoral o toma el camino de las duchas sin que acabe el encuentro. De hecho, en este partido las declaraciones sucesivas de Alonso, de Maroto, de Sémper, de Llanos o de la propia Quiroga en la última semana han demostrado que se marcan más entre ellos que al rival.

En cualquier caso, la presidenta no puede soportar ya más desautorizaciones. Su Ejecutiva se reunió ayer en un gesto que era fundamentalmente un pronunciamiento interno. Ninguna escenificación después de eso va a borrar la imagen de abandono y de soledad que precede a Quiroga ante el que quizá sea hoy su último acto político. Porque si ni siquiera lo es, si en lugar de dejarla marchar a curar sus heridas alguien le exige y ella asume soportar en la cancha los minutos de la basura, esa relación cainita dañaría al propio Partido Popular. ¿Quién puede negociar ya con esta dirección? ¿Quién puede creer su propuesta? ¿Y cuál es hoy la propuesta del PP?

Eso es lo realmente importante. Quiroga ha sido defenestrada por la propuesta oficial del PP en materia de convivencia, que no pasa por ese argumento que con vehemencia defendía hace una semana la aún presidenta: que con movimientos se pueden alcanzar acuerdos necesarios. El PP tendrá que afrontar ese reto en el futuro. Pero hoy solo tiene trinchera. Y ata a los vascos al eterno discurrir de sus minutos de la basura.