LOS líderes regionales socialistas siguen de campaña y no acaban de plegar velas en su acoso al Concierto y la revisión del Cupo. A Susana Díaz o Miquel Iceta se les ha sumado el valenciano Ximo Puig. Y no es que no tenga razones el presidente valenciano para quejarse del sistema de financiación de su comunidad o de la herencia recibida del PP, que no se ocupó de revisarla cuando disponía de mayoría absoluta tanto en Madrid como en Valencia. Dicen un par de sumarios judiciales que estaban a otras cosas.
Al presidente valenciano le encantaría disponer de un sistema concertado, o al menos eso decía en agosto pasado porque calcula que con el modelo navarro dispondría de 6.000 millones de euros más y con el vasco de 10.000; pero ahora parece conformarse con que los vascos paguemos más cupo. En Valencia, y en otras comunidades, esgrimen el informe del Ministerio de Hacienda sobre las balanzas fiscales autonómicas. Es ese sistema de cálculo que le permite a Montoro proyectar un saldo positivo de la inversión del Estado en Euskadi en los dos últimos años a diferencia del único precedente realizado, en 2005, que señalaba, con otra metodología, saldos negativos de entre 330 y 760 millones de euros.
Pero a Puig hay que recordarle que sus razones son tanto más sinceras cuantos menos silencios las acompañen. Porque no es culpa suya que el PIB por habitante de su comunidad esté 2.700 euros por debajo de la media del Estado o que el desempleo juvenil alcance el 56,7%. Y tampoco se le puede responsabilizar de que un 23% de los jóvenes valencianos ni estudien ni trabajen, superando en eso la media española y muy por encima también del 13% que registra la Comunidad Autónoma Vasca. Pero es la realidad socioeconómica que ha heredado y alguien debería dar explicaciones por ello a los valencianos, toda vez que los últimos veinte años -hasta junio pasado- de gobierno ininterrumpido del PP han gozado de manos libres para la gestión, o lo que sea. Porque esas carencias no las va a resolver ahora su gobierno con las migajas de un mayor cupo vasco.
Siendo la valenciana una comunidad cuyo nivel de riqueza per capita -la declarada en A, al menos- está por debajo de la media del Estado no se entiende que sea contribuyente neto. Pero se equivoca al elegir enemigos. El desastre del modelo de financiaciòn autonómica que deja a Valencia con un saldo fiscal negativo de 1.400 millones de euros tiene que ver con el reparto entre las comunidades del régimen común, no con las concertadas. Ahí debe apuntar Puig. Porque en ese sistema común hay comunidades con mayor PIB per capita que la valenciana pero que gozan de saldos de inversión del Estado positivos de 500, 1.800 y hasta 4.000 millones de euros. O que busque consuelo en los 7.500 millones que recibió su comunidad de los fondos de la UE entre 2000 y 2013. Porque a esta Euskadi privilegiada le correspondieron 2.000 en esos 14 años.