Emisiones negativas
según el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), para atenuar el calentamiento global es necesario retirar de la atmósfera dióxido de carbono (CO2), el principal producto, junto con el vapor de agua, de la utilización de combustibles fósiles. Como es sabido, el CO2 no es el único gas que contribuye a retener en la atmósfera el calor procedente de la radiación solar y que se refleja en la superficie del planeta -en eso consiste precisamente el llamado efecto invernadero-, pero sí es el más importante en términos cuantitativos. Lo normal es que medios de comunicación, activistas ambientales y responsables institucionales propongan o demanden reducciones de emisiones de gases de efecto invernadero; casi nadie habla de retirar esos gases de la atmósfera. Es más, que se lleguen a producir las reducciones que demanda el IPCC nos resulta, de hecho, más que dudoso, pues no constituye una prioridad para la mayoría de los países responsables de las mayores emisiones. Por esa razón, pensar, no ya que se puedan reducir, sino que lleguen a ser negativas, produce extrañeza, cuando no verdadero estupor.
Y sin embargo, eso es lo que se propone la empresa de energía térmica más importante de Gran Bretaña, el grupo Drax. La central de Drax, en la región de Yorkshire, genera el 7% de la energía eléctrica que consume el Reino Unido, y lo ha venido haciendo quemando carbón; como consecuencia vierte a la atmósfera 23 millones de toneladas de CO2 cada año. Lo que ahora se propone es, en primer lugar, sustituir el carbón por biomasa vegetal. Con ese propósito está sustituyendo algunas de sus seis unidades de producción; de hecho, desde el pasado mes de julio la mitad del combustible que utiliza es ya de origen vegetal. La mayoría de la biomasa procede de bosques de pinos del Sur de los Estados Unidos, que se transporta a Gran Bretaña en forma de pellets o conglomerados de fragmentos de madera seca muy comprimida y de pequeño tamaño.
La segunda parte del proyecto consiste en la captura de CO2 y su almacenamiento bajo el fondo del mar. Este proyecto, denominado White Rose (Rosa Blanca) requiere una inversión de 500 millones de libras esterlinas y consiste en la construcción de una central que sería capaz de capturar dos millones de toneladas de dióxido de carbono al año y de enviarlas a través de una tubería de 165 km hasta el subsuelo del Mar del Norte. Para alcanzar el objetivo de que la producción de energía en Drax venga acompañada de la retirada de la atmósfera -o emisión negativa neta- de CO2, el proyecto necesita que la biomasa quemada en la central sea sistemáticamente reemplazada por nuevos árboles, que habrían de ser plantados a tal efecto.
El proyecto ha sido criticado con el argumento de que las nuevas plantaciones de árboles no surtirán los efectos deseados a tiempo o, incluso, provocarán problemas ambientales de otro carácter. También se aduce que proyectos como éste no sustituirán la necesidad de ganar eficiencia en la producción de energía y de limitar el consumo en la medida de lo posible. Pero sea como fuere, se trata de un proyecto en marcha, a cargo de una empresa que se propone obtener beneficios, y basado en la idea de que para combatir el efecto invernadero es más realista apostar por la retirada de CO2 de la atmósfera que por la reducción de la producción de energía. Es posible que nos encontremos ante un nuevo modelo de producción energética a gran escala, uno del que este proyecto no sería más que el comienzo.