Con unas elecciones a la vuelta de la esquina (faltan cuatro semanas para las municipales) no es previsible que Rajoy y su gobierno procedan con un mínimo de responsabilidad y dignidad. No lo han hecho en esta legislatura y no van a cambiar ahora. Utilizan las estadísticas con tal cinismo que, mientras casi 1,8 millones de familias españolas tiene a todos sus miembros en el paro o un tercio de la población parece haber sido condenada a vivir en la pobreza o en una vulnerabilidad permanente, su argumentario se centra en tomar una parte de los datos oficiales (cuantitativamente y aparentemente positivos) como un todo en el que proclamar la bonanza de sus medidas.
Eso se llama manipulación y son varias las razones que avala semejante afirmación. En primer lugar, Rajoy, cual si fuera el jefe de pista de un circo virtual de dos pistas, no dice toda la verdad cuando propaga y destaca con focos, clarines, trompetas y timbales el espectáculo (resultados) en una de ellas a modo de distracción que nos aleja de la segunda pista donde deambulan los proscritos por una crisis que les ha dejado sin trabajo, sin vivienda, sin ingresos y en la pobreza.
Utilizó para ello un videoblog de un minuto y 44 segundos grabado en su despacho en el que enaltece los últimos datos ofrecidos por la EPA, partiendo de un humilde: “Todavía queda mucho por hacer” como preámbulo para ‘invitar’ al público asistente al otro lado de las cámaras a la ceremonia de la confusión: “Son cifras que debemos celebrar porque son buenas sin ambages y sin objeciones”. Pero como quiera que toda falsa modestia esconde la incontinencia de la soberbia, añade que “son las mejores (cifras) desde que comenzó la crisis y nos indican que estamos en el buen camino”.
Ateniéndonos a las cifras, algunos datos anuales y desestacionalizados son positivos. Si se habla de empleo como de paro, la situación en mejor respecto al mismo periodo de 2014. Sin embargo, la recuperación económica no ha sido suficiente para que se cree empleo en invierno. Rajoy omite datos cuando no le son favorables, como es el ligero repunte de la tasa de paro, del 23,7% al 23,78% como consecuencia de un descenso de la población activa en 127.400 personas.
El capítulo cuantitativo no debe ni puede hacernos olvidar esos aspectos cualitativos que son concluyentes a la hora de marcar las previsiones, tal y como destaca el semanario británico The Economist al hacer una radiografía del mercado laboral español en la que el presidente, Mariano Rajoy, y su optimista discurso sobre la recuperación económica no salen muy bien parados. El inquilino de La Moncloa celebra que el paro descienda en poco más de 13.000 personas, pero olvida que se han destruido 114.000 puestos de trabajo, en tanto el citado semanario pone énfasis en “la brecha entre cifras económicas que defiende el gobierno y la vida real”.
Por otra parte, la calidad del empleo creado sigue siendo ínfima y no garantiza la salida de la pobreza para quien vive en ella. La alta tasa de empleo temporal no refleja una recuperación adecuada, sino paños calientes que alimentan la euforia y fantasía de los responsables, ni tan siquiera cuando se argumenta un crecimiento del PIB porque este tiene como incentivo la respiración asistida procedente de factores exógenos, como son la caída del precio del petróleo, la devaluación del euro y la intervención del Banco Central Europeo en la compra de deuda pública.
Tampoco es argumento válido una mayor competitividad de las empresas españolas en los mercados internacionales, cuando esta circunstancia se debe a una devaluación salarial y no a un mejor producto. La solución pasa por aumentar la productividad (no confundir con el pluriempleo de algunos diputados) e incorporar tecnología y valor añadido a los productos para hacerlos atractivos. Nada de esto último acontece en las pistas circenses por muchos focos mediáticos que iluminen una de ellas. La recuperación es algo más que luz y sonido en el circo.