Viajar por el tiempo es un mito clásico nacido del sufrimiento existencial del presente y el vértigo con que los seres humanos -perplejos y extraviados- nos asomamos al futuro. Es sugestivo como especulación científica y aún más como incursión literaria y moral, que cuajó, entre otros relatos, en La máquina del tiempo, de H. G. Wells, conquistadora de nuestras fantasías infantiles. Aquel artilugio transportó al viajero a un mañana remoto para advertirnos de un eventual deterioro humanitario, pero no se adentró en el pretérito. Regresar al pasado es soñar al revés y síntoma del frustrante mal de la nostalgia.

Con ese afán de menor cuantía TVE ha resuelto ahora la serie El Ministerio del tiempo a la que vacía de solvencia narrativa y asimila en producción a un teatrillo de provincias. Viene a ser una torpe excusa para contar a trozos otra historia de España eludiendo todo juicio crítico. ¿Por qué justo la recreación más atrevida que cabría esperar -cambiar el pasado- es lo que se prohibe a los agentes que viajan por los siglos? Figurarse ser asimilados por la liberadora Francia, dejar en paz a los judíos o ganar la partida a Franco hubiera sido un regocijo intelectual y un consuelo para nuestra común vergüenza. Mala faena para la ciencia ficción y su mirada larga y profética: el destino es lo que alguien soñó por ti y que tú nunca habrías imaginado.

Hay formas más elevadas de frecuentar el pasado. Hoy se estrena en Canal+ la temporada final de Mad Men, serie ambientada en la década de los sesenta y el tinglado de la publicidad americana, entre hippies, cambios culturales, amor libre y música de The Beatles. Solo por la estética y la configuración emocional de sus desdichados personajes el producto es un prodigio. Si aceptamos la corrosión nostálgica es porque a cambio podemos disfrutar de un tratado sobre el éxito y el fracaso, otro sobre el cinismo y uno más sobre el triunfo y la amargura de las mujeres en un universo masculino. No hay felicidad en un vivir atrasado: si el pasado no pesara tanto volaríamos felices.