La Casa Blanca acaba de presentar el primer presupuesto de la renovada presidencia de Donald Trump que lleva cambios tan importantes como una reducción del déficit norteamericano gracias a la eliminación de secretarías y ministerios.

Los seguidores del presidente Trump aseguran que no hay grandes cambios, a pesar de un aumento en los gastos militares y la eliminación o reducción de algunas secretarías y organizaciones, pues explican que en varias cuestiones se trata de ajustes solo temporales, como por ejemplo en gastos para el Pentágono, que incluyen una subida únicamente transitoria.

En algunos aspectos, parece que Trump ha decidido pasar factura a grupos que no lo aman, como el servicio diplomático: si los congresistas –que son quienes han de aprobar el presupuesto presentado por el presidente y debatido en la Cámara de Representantes y el Senado– no lo remedian, la cancillería norteamericana verá su presupuesto reducido en un 86%.

Semejante recorte da la impresión de que embajadas y consulados alrededor del mundo habrían de cerrar o quedarse con un núcleo mínimo de funcionarios, lo que parece coincidir con la antipatía de Trump hacia el servicio diplomático, especialmente porque el recorte de presupuesto coincidió con la suspensión de las celebraciones anuales del Día del Servicio Diplomático.

Pero la realidad, señalan desde círculos próximos a Trump, es que el cambio no es tan grande: los recortes afectan principalmente a la secretaría de Ayuda Internacional, un organismo que la nueva administración ha desmantelado ya y que formaba parte de la cancillería.

Lo cierto es que, por una parte, el presupuesto norteamericano es muy abultado, algo que no es económicamente tolerable a la vista de la enorme deuda pública del país. Por la otra, no hay forma de hacer recorte alguno sin pisar los callos de algún sector, pero entre los votantes de Trump hay muchos con quejas acumuladas desde hace años contra la política de libre mercado seguida por varias administraciones. Para estos grupos, los aranceles que Trump ha decidido imponer a las importaciones de Estados Unidos son más que bienvenidos.

Políticamente, lo interesante es quiénes forman estos grupos favorables a tales políticas y un ejemplo es el sindicato de obreros del automóvil: son trabajadores que han visto sus puestos de trabajo menguar a lo largo de los años, debido a la competencia extranjera, y que ven ahora la posibilidad de que sus empresarios aumenten sus ventas dentro del país.

Este es uno de los grupos que tradicionalmente ha sido fiel al Partido Demócrata, pero que ahora apoya a Trump como una tabla salvadora.

Entre sectores más sofisticados intelectualmente, las acciones de Trump generan una repulsa repetida en el resto del mundo, gracias a los informes de la prensa local y de los corresponsales extranjeros, generalmente opuestos a Trump tanto por motivos ideológicos como porque les repugna la vulgaridad en los modales del presidente.

Pero en Estados Unidos, como en el resto del mundo, hay menos intelectuales en estado de holgura económica que obreros, oficinistas y trabajadores con ingresos limitados, que ven a Trump positivamente y se identifican con su mensaje.

Especialmente porque el dolor que parecía amenazar sus bolsillos va menguando: después de oscilaciones espectaculares, las bolsas norteamericanas, donde están los ahorros de millones de trabajadores, están casi totalmente recuperadas.