HAY que reconocerle mérito, estrategia y mucha jeta a las maniobras orquestales en la oscuridad del Barça sobre la sede de la final de Copa. “Queremos Madrid o Valencia”, repetía Josep Marìa Bartomeu. Y una leche. A la hora de la verdad, Joan Gaspart, expresidente del Barça, vicepresidente de la Real Federación Española de Fútbol, entre otros cargos, desveló la intriga urdida, clamando con indudable satisfacción: “Como presidente del turismo de Barcelona estoy encantado. Esto son veinte o treinta millones de euros para la ciudad”, dijo, a costa, claro está, de los hinchas del Athletic, que sin duda acudirán en procesión a la magna cita muy a pesar de que la derrota esté prácticamente cantada. A los cinco minutos, ya habían subido los precios de los hoteles y del avión.

¿Y qué dijo Urrutia al respecto (de la sede, no de la clavada)?, pues que estupendo, que se libra de los engorrosos sorteos, que el Camp Nou, ciertamente, soluciona la primera premisa planteada: la capacidad. “Vamos a llevar allí a casi todo San Mamés”, afirmó ufano, aunque me parece que un tanto sorprendido por el inesperado vuelco de los acontecimientos.

¿Y qué se esconde tras el súbito interés blaugrana en disputar el partido en su estadio? Resulta que el sábado siguiente, el 6 de junio, Berlín acoge la final de la Liga de Campeones, y es ese día, y no el otro, el que tiene expectantes a los culés. Así que Bartomeu desveló la maquinación: ¿cómo vamos a proponer a nuestros socios un desplazamiento (a Valencia, Sevilla...) para un torneo menor y una semana después otro viaje, y hasta Berlín, pudiendo jugar tan ricamente en casa ante el Athletic, a lo que Gaspart añadió: “son veinte o treinta millones de euros para la ciudad” y ambos dos, encantados de conocerse, declamaron: “¡Porque la pela es la pela, nen...!”.

¿Y Urrutia, cómo queda? Además de poner solución a la coña de las entradas, resulta que también ha encontrado la coartada perfecta apelando a la épica y los inescrutables designios de Señor, recordando la celebradísima final del 58. La Copa de los once aldeanos, ante los ojos de Franco, frente al Real Madrid de Alfredo di Stéfano y en el mismísimo Bernabéu. O sea, que si se pierde, lógico. Se veía venir: el gigantesco Barça de Messi, Neymar, Luis Suárez y compañía y encima en el Camp Nou, abusones. Pero si se gana, ¡ay! si se gana: por los siglos y siglos venideros se recordará la hazaña e ilustres trovadores compondrán encendidas loas en honor a estos bravos leones.

¿Y la afición?, qué dicen los paganinis a todo esto. Pues que les encanta la romería futbolística, para qué nos vamos a engañar; la aventura del camino, la chufla y la convivencia con la tribu en la hermosa capital catalana, o donde sea, y el fervor que implica la peregrinación. Como ir a Lourdes, y si hay milagro... ¡Ay si ocurre un milagro...!

Conocidos lugar, día y hora, otra espiral sigue dando vueltas con hedionda intención, y no hay rueda de prensa que se precie sin la recurrente pregunta: ¿Y usted que haría si se pita el himno? “¡suspender la final...!” “¡Echarles a todos...!” y así a ver quién la suelta más gorda, todo sea por el qué dirán. Pero el pasado martes, en plena concentración de la selección española, le interpelaron a Iniesta, manchego de pro e ídolo de masas. Y respondió: “No soy amigo de las polémicas. A veces nos catalogáis de que no decimos cosas o de que no las expresamos, pero lo único que quiero es que la gente disfrute, y cada uno expresará lo que crea que tiene que expresar. A partir de ahí, no hay muchas más cosas que decir”. ¡Toma castaña!

Los desconcertados periodistas trasladaron la misma a Sergio Ramos, sevillano y del Madrid, o sea que suda españolidad, a lo que el bizarro central replicó: “Yo no puedo contestar porque a nosotros nos eliminaron antes”. Pasmados por el pase torero, la grey insistió buscando al menos un chorrito de sangre: “otro año quizá pueda decir algo más”, precisó, y sobre la polémica elección del escenario tras la contundente negativa del Real Madrid, Ramos sentenció: “La solución quizás sea poner un campo antes de que empiece la competición, y quizás entonces no habría ningún problema”. Pero, ¡por el amor de Dios!, qué barbaridades dice este hombre, ¡designar una sede con antelación!, como hace la UEFA o la FIFA, con lo gracioso que es montar un caos con repiqueteo de castañuelas y que salga el sol por Antequera.

¿Y qué dice Villar?, pues Villar dice que no dice nada, que bastante tiene con procurarse sus bisnes a la vera calentita (de suculentas dietas) de la UEFA y la FIFA en vez de dar la cara y poner coto al desbarajuste.

A todo esto. La final de la Copa juvenil será el 28 de junio en Ceuta. Y se eligió mucho antes de iniciarse el torneo. Qué fue, ¿Un despiste? ¿Un ataque de previsión y buen juicio?