UN movimiento súbito y violento, pese a tener consecuencias positivas en el corto plazo, puede ser un mal precedente para la estabilidad económica, financiera o monetaria, porque llega de forma imprevista, aunque sea deseable. Así lo estamos viendo en la cotización del euro. En tan sólo doce meses se ha depreciado un 24%. Un salto excesivo que favorece a las exportaciones de los países de la zona euro, propiciando el crecimiento del PIB, al tiempo que frena la tendencia deflacionista de los últimos meses. Son, en definitiva, indicios saludables para consolidar la salida definitiva de la gran recesión vivida.
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