ESTO con Franco no habría pasado. La final de Copa se juega en el Santiago Bernabéu y punto en boca, aunque entonces a nadie en su sano juicio se le hubiera ocurrido sugerir la posibilidad de disputarla en otro sitio obligando al pérfido Caudillo, su engolado séquito y la guardia mora, tan pinturera ella, a viajar lejos de su cortijo por el capricho de un dirigentillo futbolístico. Esa verdad tautológica hizo posible gestas maravillosas, como la protagonizada en 1958 por el Athletic de los once aldeanos frente al poderoso Real Madrid de Alfredo di Stéfano, y en el mismísimo templo madridista. Ahora, sin embargo, algunos dirigentillos han medrado tanto en sus egos que van por la vida de dirigentotes, de tal forma que Ángel Villar, el presidente de la Federación, sólo está interesado en la pasta que ingresará por organizar la final, así sea en el Toralín de Ponferrada o en la faraónica Cartuja sevillana. A su colega de la Liga Javier Tebas, en cambio, le tiene absorto su vocación de cruzado dispuesto a salvaguardar de las hordas nacionalistas el sagrado himno de España y la honra del rey mientras recibe los encendidos aplausos de la grey más reaccionaria.
Así que Tebas amenaza con perseguir y castigar a todo hincha que el 30 de mayo, bien sea en el Toralín, La Cartuja o Mestalla, tenga la osadía de pitar el himno español o a su majestad Felipe V. A ver si se entera este yihadista que silbar el himno y al monarca de turno se ha convertido en una sana tradición desde 1977, cuando Juan Carlos I presidió la que fue primera final con la denominación de Copa del Rey, que enfrentó en el Vicente Calderón al Athletic y al Betis. Es más. Incluso se convirtió en todo un símbolo de los nuevos tiempos democráticos. Abiertos a la tolerancia, la crítica y la libertad de expresión con respecto a cierto tipo de blasones que poco pintan en el mundillo balompédico, hasta el punto de que el propio borbón asistía a las broncas con esa media sonrisa bobalicona que le salía al hombre, como entendiendo que aguantar la contestación hacia su personaje también formaba parte del oficio regio en una democracia.
Pero llegó Tebas el dirigentote en plan Torquemada, exacerbando hasta límites fascistoides la situación al triste amparo de la reyerta entre los Riazor Blues y el Frente Atlético. Ahora, por ejemplo, llamar payaso a un árbitro puede acarrear una fuerte multa y la prohibición de entrada en los estadios durante un buen puñado de meses.
Sigo con atención las bravuconadas de Tebas por si algún día se le escapa un esto con Franco no habría pasado, que lleva camino, o la eventualidad de cortar por lo sano, hipótesis que sus exégetas ya han insinuado. Es decir, ante la imposibilidad (digo yo) de empapelar a los millares de catalanes y vascos que el próximo 30 de mayo pitarán con fruición el himno y al rey procede la opción de jugar la final a puerta cerrada. O llevarla a Dubai, que tan de moda está, con lo cual se meterían en la bolsa un montón de petrodólares y a ver quien es el guapo y con posibles capaz de viajar hasta allá con malos pensamientos.
A fin de cuentas es que ya cansa acabar otra vez como subcampeón, machacados a goles por estos tipos de ahí arriba, Messi, Luis Suárez y de más familia filibustera, que ayer le marcaron cinco al Rayo (6-1), recuperando el liderato de la División gracias a la impagable contribución de los rugientes leones de San Mamés, que despedazaron a dentelladas a Cristiano y cía. Esta nueva coyuntura me ha provocado unas dudas espantosas. Por un lado, me subleva llegar a otra final para ver a toda la feligresía rojiblanca peregrinando en alegre biribilketa hasta el desolladero azulgrana en la esperanza de un milagro. Y por otro lado, me incomoda aún más mi evidente escepticismo. Hasta que vi la transfiguración de la tropa, metafísicamente liberada durante la eliminatoria ante el Espanyol, de vuelta al ser altivo de la pasada campaña, sojuzgando en buena lid al sideral Real Madrid. Ya no hay miedo, pero que tome buena nota el Barça: ¿gracias a quién van a ganar la Liga? Sean considerados, pues, cuando el próximo 30 de mayo, bien en El Toralín, Mestalla, La Cartuja o Dubai nos tomemos esa Copa.