TENGO la impresión de que si el Athletic hubiera ganado el pasado jueves al Torino y, en consecuencia, logrado el pase a los octavos de final de la Europa League la carta de Fernando García Macua no habría visto la luz pública al día siguiente, con lo cual me imagino al hombre apretando los puños y pensando para sus adentros: “¡que pierda, que pierda...!” porque, claro, de lo contrario se le habría pasado el arroz y la posibilidad de expulsar su enorme frustración personal de manera tan arribista y arrabalera. Así que se podría decir que García Macua ha tenido el don de la ¿oportunidad? En su incendiaria carta me ha encantado el término “desnortado”. Joder, pero qué fuerza conceptual tiene. Obnubilado por su incendiario escrito, confieso que por un instante dudé de mi memoria y , por ver si a lo peor tenía razón, acudí presto a los archivos para revisar la trayectoria del Athletic desde que en junio de 2011 dejó la presidencia, derrotado en las urnas, y por paliza, por Josu Urrutia. Efectivamente. Vino Bielsa y lo pasamos de cine. El equipo llegó a una final europea por segunda vez en su historia provocando la admiración general por la excelencia del juego desplegado. Cierto que a tres futbolistas se les subió el pavo y dejaron el club. También se fue el gran Marcelo, pero la batuta la recogió Ernesto Valverde y, ¡albricias!, el Athletic se clasificó para la Champions por segunda vez en su historia y hasta el pasado jueves, víspera del día elegido por Macua para vomitar sus demonios internos, el equipo rojiblanco seguía vivo en todos los frentes competitivos, además de enorgullecerse de tener la economía más saneada de la Primera División, o de un estadio deslumbrante, de tal forma que tampoco hace mucha falta que aparezca en demasía el “huraño” y “desconfiado” Urrutia ufanándose y sacando pecho. No puede ser cierto, pensé. O Macua ha tomado una sobredosis de peyote o realmente el personaje en cuestión carece de escrúpulos y del más elemental sentido del ridículo. Porque, de creer realmente lo manifestado en su epístola a la parroquia rojiblanca, lo que debería haber hecho es adoptar un gesto de valentía y arrojo, importándole un carajo si la convocatoria electoral es en marzo o en plena canícula estival. Presentarse a las elecciones por el bien del pueblo. En plan Capitán Trueno o algo así, dispuesto a liderar a una afición engañada por el taimado y ruin Urrutia hasta derribarle con la fuerza de los votos, cabalgando a lomos de esa masa enfangada en la depresión y con Joaquín Caparrós a modo de fiel escudero.

Así veo yo la oportunidad como don. Entiéndase: uno aparece en el momento apropiado y realiza un acto imprevisto y, a ser posible, que desencadene un final feliz.

Semejante actitud sí se debe atribuir a Carlos Gurpegi, a quien en la desgraciada noche del Torino le vimos poco menos que licenciado para la profesión, después de pifiarla en la jugada del penalti y sacado luego del terreno de juego con mala pinta, quebrantado por una nueva lesión. Pero resulta que Aymeric Laporte se pone malito, Valverde prefiere resguardarle bien abrigado para mejor ocasión y pone en su lugar al desventurado mocete navarro, que de lesión nada de nada, pues estaba hecho un pincel el tío, y va y anota el gol del Athletic en Ipurua, convirtiéndose en el adalid de la valiosa victoria frente al Eibar que aúpa al equipo bilbaino hasta la décima plaza, ocho puntos por encima del descenso y a once del séptimo puesto, el objetivo que debe perseguir el Athletic en las trece jornadas que restan para concluir el campeonato. Porque esa séptima posición da derecho a competir la próxima temporada en Europa, teniendo en cuenta que el futuro campeón de Copa, que será el Barça (¿hay dudas?), tiene asegurado un puesto en la Champions y esa plaza destinada a la contienda continental no se adjudica, como antes ocurría, al subcampeón del torneo, sino que va a parar a la Liga. Así que dejémonos de zarandajas y seamos prácticos. Si el miércoles el Athletic cae ante el Espanyol no pasa nada, más bien lo contrario: nos ahorramos los dineros de acudir a la final en Madrid o Valencia y el bochorno de otra paliza del Barça, para qué nos vamos a engañar.

Pensando en el compromiso copero y el desgaste contra el Torino, Valverde oxigenó al equipo ante el Eibar, un conjunto que sobrevive de las rentas de su alucinante primera vuelta y que, sinceramente, se ha convertido en un flete. Aunque, después de la lección que un Villarreal cuajado de suplentes le dio anoche al Real Madrid, próximo visitante de San Mamés, quién sabe. A ver si eliminan de la Copa al Barça y entonces... ¡El don de la oportunidad!