Síguenos en redes sociales:

Manda la tele

descontando los destrozos del PP en TVE y las autonómicas, ha sido un buen año para la televisión. La calidad ha aumentado y la cuenta de resultados del sector va mucho mejor. Hay más publi y más público. Y sobre todo, se han producido hechos sorprendentes. Nadie esperaba que un joven líder político, algo desabrido, de camisa blanca y con coleta, fuera a ser el triunfador de la tele en 2014, lo que desmiente a quienes anticipaban el traslado de la influencia de la televisión a las redes sociales. Pues no, la tele manda y mucho. Pablo Iglesias y su proyecto, sucesivamente retransmitido en las pantallas, han puesto patas arriba el sistema.

Y si el bipartidismo español se hace añicos, en la tele se consolida el duopolio Mediaset-Atresmedia, que amenaza nuestras libertades, al igual que en los canales de pago, donde Telefónica -propietaria del 85% del negocio- impone su ilegal tiranía. Todo esto en medio de un caótico proceso de resintonización, prorrogado hasta marzo. Caminamos hacia la colonización de nuestros deseos de espectáculo y pagaremos por ello la correspondiente cuota de suscripción. La culpa es de la tecnología que está al servicio del tamaño y ocupando espacio en nuestras casas. Las pantallas son cada vez más grandes, con más resolución y no sé si más inteligentes. Cuando los 4K apenas estaban de estreno, llegan los 5K y los 8K, de 33 millones de píxeles. Los mágicos píxeles nos tienen alucinados.

Por lo demás, las series siguen triunfando, lo mismo que el cine. Ganadores de 2014 son también Iñaki López, Wyoming y la inteligencia editorial de La Sexta. A lo bobo Mariló acumula fama, mientras la publicidad nos seduce contando historias, con Ikea de gran encantador. La gente consume cinco días enteros al mes delante del televisor, el doble en el caso de los ancianos, una barbaridad que refleja un modelo social desconcertante. ¿Y nuestra ETB? No muy bien, con un cambio de paradigma en el horizonte y la necesidad de que prevalezca la profesionalidad creativa sobre la empobrecedora fuerza sindical. ¡Feliz 2015!